El círculo alquímico

El círculo alquímico
El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero de 2011.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Faltan días

A mediodía he vuelto a tomar un vermú con Paco en la bodega del Suso. Hemos hablado de la inminente publicación de su segunda novela, “El círculo alquímico”. Ya se saben más cosas. Le han dicho que sale de imprenta el 5 de enero y que prepare la presentación en Madrid para el 15 o así. La cosa ya está ahí, a las puertas, y yo tampoco es que le vea excesivamente contento después de lo que ha luchado por esto. Pero es que Paco tampoco es mucho de expresar. Yo sé que lo está, y yo también, porque se lo merece. El oficio de escritor, bajo mi punto de vista, es admirable. Tened en cuenta que escriben, la mayoría de las veces sin saber si la novela tendrá salida. Escribir una novela es un trabajo descomunal. Y luego las correcciones e intentar colocarla. Una locura, vamos.

Pero estos tipos parecen que son de una madera especial. Bueno, en fin, que una de las finalidades, por no decir la única, por las que hice este blog, seguir la carrera literaria de mi amigo Paco Gómez, parece que se cumple: la publicación de su primera novela “El círculo alquímico”. No olvidéis que en realidad es la segunda que ha escrito, aunque sea la primera que publican.

Seguramente la presentación en Madrid se producirá en la librería Estudio en escarlata, aunque Paco tiene que hablarlo con ellos todavía. Habrá otra en Toledo, ya que la Editorial Ledoria tiene allí su sede, ciudad propicia, ya que la novela comienza y termina precisamente en la Ciudad Imperial.

Me dice Paco que una amiga poeta de Cádiz le ha propuesto presentar también la novela allí y seguramente así será.

Por cierto, que comentaba con Paco a mediodía que hace tiempo que no vemos en lo del Suso al Miguel y al Ricky, y el nivel de las tertulias baja.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El círculo alquímico

Ayer estuve con Paco en la bodega del Suso, en el barrio. Nos tomamos unos vermús en ese ambiente único que solo puede encontrarse en un bareto-bodega de la periferia de Madrid. La bebida es barata y el Suso trae en papel de plata una tortilla o unas croquetas caseras de casa para poner de aperitivo. Generalmente te partes el pecho de risa, porque como el propio Suso dice, su bodega es un frenopático. No en vano alberga en su barra a todos los colgaos del barrio que, con sus ocurrencias disparatadas, no hay más remedio que reírse.

Luego nos fuimos al Goterón, un bareto del barrio que es un emporio gastronómico. Os puedo decir que hacen el mejor arroz con Bogavante que he probado, y ya he corrido mundo. Curioso, porque os hablo de Canillejas, no de Alicante o de Málaga. El caso es que el encuentro con Paco no fue premeditado y solo tomamos unos aperitivos. Unas gambas de Huelva y unos montados de jabón ibérico con aceite de oliva virgen extra escoltados por dos copas de Marqués de Cáceres. Hasta nos echamos dos chupitos de hierbas caseros para rematar la velada.

Estuvimos hablando de “El círculo alquímico”, lógicamente. Paco me ha pasado la portada y la contraportada que os pongo arriba. A mí me ha gustado el diseño. Para ser una editorial pequeña se lo han currado. La novela está ahora en imprenta por lo que es más que probable que el libro esté en las librerías antes de fin de año. Otra cosas son las presentaciones, que no se sabe todavía cuándo se van a poder hacer. Como os dije, esta es la segunda novela de Paco, ya que la primera sigue secuestrada en una editorial grande. Pero es la primera que Paco va a tener en el mercado, lo que son las cosas. Y, lógicamente, está muy ilusionado, si hasta lo estoy yo de tener un colega escritor. Además, que escribe bien el jodido, a pesar de ser ingeniero y no ser de Letras. Yo, como sabéis, me he leído todas las suyas. Y como ya os he dicho en alguna ocasión, no tienen nada que envidiar a las novelas de otros novelistas conocidos. Lo que pasa es que este mundillo funciona mucho por los contactos. Y Paco, hasta ahora, es un desconocido.

Espero que a partir de ahora todo esto cambie como consecuencia de que las novelas se agoten en las librerías. Yo os prometo que no vais a salir defraudados.

domingo, 28 de noviembre de 2010

La novela de Paco Gómez se acerca

Normalmente, cuando voy a una comisaría, me miran con mala cara. Ser detective privado en España es complicado. No se puede actuar como lo hacen los americanos en las películas. Estamos bastante restringidos en cuanto a las labores que podemos hacer y si nos pasamos nos quitan el permiso. Yo tengo licencia de armas, lo que me ha sacado de más de un apuro, pero solo es porque fui policía. En la mayoría de los casos, no se conceden.

Anoche me pasé por la comisaría del barrio. Ahí todo es distinto, porque es donde presté mis años de servicio. Además está Antonio Parras, a quien conozco desde que éramos pequeños. Les serví un caso resuelto en bandeja. Después, el inspector se vino a cenar conmigo y por el camino recogimos a Paco. Nos fuimos a la freiduría el Chaval y cenamos unos bocatas de Gallinejas. Paco y Antonio hacía un huevo de tiempo que no se veían.

Al final acabamos tomando una copa en un garito de Julián Camarillo. Paco nos contó que a Pedro de Paz le han dado un premio de novela. Estaba tan contento porque le considera un buen escritor y amigo. Además nos comentó que a Carlos Salem le habían concedido el París Noir de Novela Negra en Francia. Y que le había escrito desde París para decirle que unos poemas que Paco le regaló en la presentación del poemario de Salem habían sido depositados por el poeta y su chica en la tumba de Cortázar, en el cementerio de Montparnasse. Estaba contento porque no imaginaba un final mejor para unos poemas suyos.

Paco nos contó que el editor le ha dicho que quiere sacar su novela para finales de Diciembre y que habrá presentación en Toledo y en Madrid. Está contento pero, por otra parte, con la mosca detrás de la oreja, por aquello de que hasta que no vea su libro publicado no se lo cree. Tanto Antonio como yo le tranquilizamos. No en vano ya le enviaron el libro maquetado y realizó las correcciones. El editor le dijo a principios de la semana pasada que empezaban a trabajar y que iban a diseñar la portada. Pero claro, supongo que a mí me pasaría lo mismo y más después de que su primera novela siga secuestrada en la editorial grande con la que firmó el contrato. Esta es la segunda, que será, en realidad la primera que le van a publicar, lo que son las cosas. Además estaba contento con el prólogo que le ha hecho su amiga Virtudes. Lo llevaba encima y nos lo enseñó y, la verdad, lo que pone Virtudes hace honor a la novela. Me dijo que pronto iba a colgarlo en su blog. Y yo le pedí permiso para dar en primicia el título de la novela. Ni me dijo que sí ni que no. Pero, tras despedirnos de Antonio, nos fuimos a El Nagual y nos echamos un mus contra el Chipi y el Yoni. Ganamos. Y me dijo que lo publicase si quería. La novela se llama “El círculo alquímico”. Y si la leéis vais a alucinar.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Nuevas correrías con Paco

Últimamente no paro de trabajar. La Agencia está a pleno rendimiento. Ya sabéis que en tiempos de crisis los malos parece que se multiplican. No obstante, he estado dos días en Madrid, justo los días en que Andrea tenía que viajar a Alemania. Mi relación con ella es atípica, pero nos va bien. A veces hemos quedado en París o en Roma para poder vernos, y eso que los dos vivimos en Madrid, si yo os contara...

El viernes estuve con Paco en el Paraíso del Jamón, en San Bernardo. Lo que iba a ser un vinito y un bocata acabó en Malasaña, en una cueva, viendo a unos notas que tocaban la acústica de muerte. Otro chaval hizo unas interpretaciones de Pink Floyd de manera magistral. Y una chica cantó el “here I go again” de Whitesnake como los ángeles, acompañada a la acústica por el que debía ser su chico. Y casi se le caen a uno las lágrimas, porque los chavales eran jóvenes, pero interpretaban temas de nuestros tiempos. Nos atizamos dos pintas de Franciskaner que hicieron que fuéramos al taxi más que contentos. Previamente tomamos una birra en el Bukoski, en el que estábamos la camarera, que leía un manuscrito, Paco y yo. Nadie, sin agobios, pero la música era buena, tiene algo ese garito.

Ayer, Paco se marchó a un taller express de la Escuela de escritores, me dijo que iba sobre Poe. Le esperé en el Museo Reina Sofía, que era donde se celebraba el curso. Al salir nos descojonábamos porque el taller, lejos de ser de Poe era de Poe+, es decir, de poemas. Paco atribuyó el fallo al alzheimer galopante, y puede ser que así sea. Nos marchamos paseando hasta la calle Toledo atravesando Lavapiés. Yo hacía que no iba por allí pero lo cierto es que las calles bullían al ritmo de árabes, chinos, indios, africanos y sudamericanos. Curioso barrio en el que se ha convertido Lavapiés auspiciado por todas estas nacionalidades.

Ya en la calle Toledo, dimos cuentas de unas variadas tostas y unas croquetas escoltadas por los Riojas de rigor. Paco me habló maravillas de “La conjura de los necios”, que yo ya leí hace mucho, y el cabrón ya llevaba preparada “Últimas tardes con Teresa”. Me habló de las últimas noticias sobre su, hasta ahora, inédita carrera literaria y el caso es que le vi algo más ilusionado que la última vez. Hablamos del morro que tuvo al entrar al Carmen Fernández de Blas en la presentación de Don Winslow y que parece que la cosa con respecto a su primera novela ha vuelto a ponerse en marcha. Le dije que hizo muy bien, que el mundo es de los valientes. Después nos fuimos a la calle del Carmen y nos tomamos unas copas de orujo de hierbas mientras me contaba que el editor de su segunda novela le ha dicho que en octubre empiezan a trabajar con el libro para sacarlo a finales de año. Así que a ver si ahora vamos a tener que asistir a más de una presentación. Qué mundo de locos éste el de las editoriales.

Por fin, como íbamos bastante sobrios y yo tenía que madrugar hoy, nos fuimos para el barrio, esta vez en Metro.

Escribo estas líneas desde Logroño, en donde dentro de un rato tengo que ir a seguir a un nota por un asunto de chantaje. Qué rutina, tíos.

lunes, 23 de agosto de 2010

En agosto todo se para

Agosto siempre me ha gustado porque uno se puede tumbar a la bartola alegremente. Y para los que nos gusta la Literatura es ideal, porque te puedes camuflar en una terraza del vacío Madrid y enfrascarte en esa novela que, ahora sí, puedes leer casi del tirón. Pero, por otra parte, llega a ser algo tedioso que todo esté parado. Si es que cierran hasta la bodega del Suso, que en sí, es una novela, y sus parroquianos, es decir, los protas de la novela, emigran a no se sabe bien dónde, y como mucho, los ves desperdigados por otros bares, pero de uno en uno no es lo mismo.

Todo se para, menos los cabroncetes que se dedican al mal porque, aunque tengo menos curro, los malos siguen haciendo de las suyas. Hasta la peña de los blogs se pira en agosto. Me quedan las salidas con Paco Gómez, desde que ha venido de vacaciones, porque éste también se ha ido, y es incluso más tranqui salir por ahí a nuestras cosas, ya sabéis, lo que más nos priva es el jamón ibérico y el Marqués de Cáceres. Pero para él, acostumbrado a ir a presentaciones y mesas redondas, pues la cosa se hace un poco más cuesta arriba. Desde luego no espera que este mes le llame ninguna editorial, aunque le veo más ilusionado desde que ha firmado contrato para su segunda novela y le han dicho que a finales de año parirán a la criatura.

Estimados lectores, siento no haber hecho ninguna entrada desde..., uf, ni me acuerdo. Pero es que he estado fuera, muy liado. Espero retomar esta sana costumbre de escribir, más que nada para espantar un poco los demonios. Y también espero que, por fin, este blog sirva para lo que fue concebido, es decir, para seguir las andanzas literarias de mi colega Paco. A ver que pasa con lo de sus novelas, que esto parece el parto de la burra. Os mantendré informados.

martes, 6 de julio de 2010

El talento de mi colega

Paco ha empezado ya a escribir la novela de mi última aventura. No sé, le veo como en parada biológica de escritura. Lo digo, porque en los tres últimos años había escrito tres novelas. Este año no ha escrito ninguna. Por años, me refiero a años escolares, que son por los que él se rige debido a su curro. La verdad es que le he visto bastante quemado. Porque a pesar de que la primera novela es cojonuda y tuvo la suerte de formalizar un contrato con una editorial grande, la crisis le ha cogido por medio y el libro sigue secuestrado en la editorial. Ahora está un poco más contento por haber firmado otro contrato con la segunda, esta vez con una editorial pequeña, no es lo mismo, ni tendrá la misma trascendencia, pero al menos un editor ha vuelto a apostar por él. Malos tiempos para publicar le han cogido. Debería haber empezado unos años antes a escribir, pero las cosas ocurren cuando ocurren. Mi colega Paco es un escritor de cojones. Le da a la novela, al relato corto, a los artículos, a las reseñas, a la Poesía..., y hasta tiene varias canciones escritas, letra y música, que se siguen interpretando en conciertos del grupo del barrio, son de las mejores. Tiene mucho talento artístico, yo no sé cómo se dedicó a la Ingeniería, bueno, sí que lo sé. A mí también me pasó. Cuando nos llegó la época en que terminamos la EGB, en mi barrio, estudiar era una cosa como de Ciencia Ficción. Los dos fuimos tarde a la Universidad. Yo me decanté por lo criminológico, de lo que entendía bastante, porque de ser delincuentes nos salvó yo que sé qué. Y él, por lo que calculó que tenía una salida. No me quiero ni imaginar la de libros que llevaría mi colega si se hubiese decantado por una Filología o cualquier otra carrera de Letras. Pero las cosas son como son. Y nacer en Canillejas en aquellos tiempos y con inquietudes te llevaba a bajar a la calle y que quisieras ser lo mejor que se podía ser: un macarra.

Espero que a Paco le publiquen algo, aunque sea la segunda. Y que vuelva a reencontrarse, que adquiera las fuerzas necesarias para volver a escribir regularmente. Y que al fin, se le reconozca su mérito.

jueves, 24 de junio de 2010

Retorno a Canillejas

Como ya os dije, el otro día terminé mi affaire en América y regresé por fin a Madrid. Lo que más me apetecía es ver a mi chica y a mi madre. Así que, antes de recoger a Andrea, pasé por la casa de mi infancia. Casi tuve que regañar con mi madre porque siempre que voy se empeña en sacarme comida, más de lo que puedo comer. Y yo ya había quedado en recoger a Andrea para cenar. Tras los típicos “hijo, estás más delgao”, “no te cuidas, ¿es que no comes?” y “lo que tienes que hacer es sentar la cabeza”, recogí a Andrea y nos fuimos a cenar a la terraza del Ritz que, el dinero, aparte de saber ganarlo, hay que saber gastarlo. Ni os cuento la velada tan agradable. Después, nos dimos un garbeo por la Castellana y pillamos habitación en el hotel Miguel Ángel, al que tenemos especial aprecio por razones que me reservo. Ella tiene casa y yo también, pero el caso es que nos gusta ir de vez en cuando a un hotel.

A la mañana siguiente, tras pasar por su casa temprano a recoger la maleta, la llevé al aeropuerto porque está haciendo un reportaje en Colonia. Así que, como veis, la cosa fue breve pero intensa. Después pasé por Canillejas y desayuné con Paco. Claro que antes pasé por el Cajamadrid a pillar pasta. Y empezaron las movidas. Resulta que hay un anciano sacando del cajero y cuando termina viene un nota y le pega un empujón. Y el compinche le agarra del brazo y le quita los 300 euros al hombre. Mi madre dice que no como y yo no hago deporte, pero el caso es que inicié la carrera y pude enganchar al nota del cuello. Antes de que el otro se me echara encima le metí una patada en los huevos, y al que tenía agarrado, que no hacía nada más que retorcerse, le tuve que meter tres trucos en la cara. El compinche, al ver que iba en serio, salió de najas. Debía de haber una patrulla cerca, porque los llamé por el móvil y no tardaron ni un minuto. Esposaron al pavo y yo levanté al abuelo que no paraba de darme las gracias. También tuve que llamar a Paco porque nos llevaron a comisaría al vejete y a mí. El viejo puso la denuncia, yo declaré como testigo y el mariquita del pollo me denunció por pegarle, hay que joderse. Menos mal que en una hora estuvo todo resuelto.

Cuando se lo conté luego a Paco no se lo creía. A pesar de todo, seguía siendo temprano y hacía mucho que no íbamos por la sierra, así que pusimos proa a Rascafría, que es un pueblo que te pasas de bonito. La idea era ir a lo de la comida al Monasterio del Paular, que es hospedería y restaurante. Pero Paco dijo que conocía un garito en la carretera que sube a Navacerrada, y allí que nos fuimos. Un olor a pino de la hostia, todo verde, fresquito, en fin. La anécdota es que le pido al nota una de Marqués de Cáceres y va el tío y me trae una botella de Rioja marca ACME. Le pregunto que si no tiene Marqués y va el nota y me dice que sí pero que es más cara. Yo es que no acabo de alucinar con la peña. No le dije nada, pero no sé cómo le miraría que el menda se llevó la botella y nos trajo la de Marqués con cubitera de hielo. Por lo demás bien, nos pusimos hasta las trancas de chorizo y morcilla (si me ve mi vieja...) y luego nos metimos un entrecot con patatas panaderas de la hostia. Desde la anécdota, el camarero nos trató como a clientes vip, jajaja, incluso nos invitó luego a un whisky. (El caso es que cuando me fui a USA dejé a Paco que no bebía y que no fumaba, pero ya vuelve a ser el mismo. No le comenté nada).

Le conté a Paco todas mis peripecias. Después, para bajar la comida, nos hicimos una ruta a pie de 6 kms. Por el río Lozoya, que es espectacular. Y el tío con su grabadora, como siempre. Dice que va a escribir la novela. Y me comentó que va a firmar un contrato por la segunda la semana que viene, aunque, como él dice, mejor no airearlo hasta que no lo tenga seguro.

lunes, 14 de junio de 2010

Se acabó

Vaya tela, he aterrizado hace dos horas en Barajas y acabo de llegar a mi casa tras haberme comido un pedazo de entrecot con patatas bien regado con Marqués de Cáceres en el garito de abajo en el que, por cierto, ya me daban por desaparecido o mudado de barrio. Y no me extraña, porque entre pitos y flautas me he tirado una buena temporada por ahí.

No podéis ni imaginaros la de peripecias y peligros. Desde la última entrada, he tenido que vérmelas con paramilitares, policías corruptos, narcos y macarras de toda índole. Eso sin contar otro par de incidentes con los de la organización que nos perseguía, con tiros, pero sin heridos, al menos de nuestra parte. Pero, al fin, todo ha acabado. Pude abandonar el continente americano vía Sao Paulo con pasaporte falso.

Me voy a echar una siesta del carajo y a la noche he quedado con Andrea, mi chica. Tengo ganas de verla, de descansar y de pasar, al menos, unos días tranquilos, olvidarme del trabajo. Mañana veré a Paco y a ver si me cuenta lo de ese contrato que va a firmar por su segunda novela sin que se haya publicado todavía la primera. Y seguro que querrá que le cuente mis peripecias para ir pergeñando otra novela, éste no para.

Me está entrando un sueño que te pasas. Me duermo. Echo de menos a mi colega, el que me custodiaba, al final nos hicimos muy amigos. Me duermo. Adios…

domingo, 16 de mayo de 2010

Tampoco Colombia es tranquila

Vaya tela, cada vez se me complican más las cosas para hacer una jodida entrada en el blog. Y siempre desde un patio enclaustrado que me recuerda a Cádiz, lo cual me mola bastante.

El caso es que no tuvimos ni un jodido percance en Panamá. E incluso pasamos la frontera con Colombia con una tranquilidad que me dio mala espina. Llegamos a Medellín y nos alojamos en diferentes hoteles con nombres falsos, aunque mi colega, el que me cuida (claro que yo también le cuido a él), se alojó conmigo, nada romántico, os lo aseguro. Aunque por lo menos el tipo tiene labia, ya os digo que se puede charlar con él de cualquier cosa. Me ha roto todos los esquemas del matón bestia e inculto. No os podéis imaginar lo que sabe de Literatura, americana y europea. Y no sé cómo lo ha hecho, pero me ha pasado el último de Lorenzo Silva porque una vez le comenté que me encantaba. Joder, parece mi novia. Y lo mejor es que fuma rubio americano y le gusta el Jack Danield’s, pero el original, el de Tenesse. Y claro, yo, después de probarlo, ya veremos como hago para volver a habituar mi paladar al de España.

Al día siguiente nos pusimos en marcha. Y llegamos hasta Bogotá, en donde estuvimos tres días en otra casa que tiene esta gente, en Colombia tienen infraestructura guapa. Los días pasaron tan placenteros que parecía que estaba en un jodido viaje de turismo. No salía mucho de la casa, pero ni falta que hacía. La comida tela de buena y me traían periódicos, y además, disfrutaba que te pasas con “La estrategia del agua”. Lo más chungo, el vino, pero en fin, más no se puede pedir, sobre todo si estás trabajando.

Llegado el cuarto día, mi colega me dijo que nos íbamos. Salimos de Bogotá por el Este y seguimos el curso del río Meta. No llevábamos ni 15 kilómetros cuando en un control militar nos pidieron la documentación. El que conducía se echó mano al bolsillo interior de la chaqueta y sacó la fusca. Al nota le reventó el cráneo y a nosotros nos salpicó su sangre y sus trozos de cerebro, nada estético, creedme. A veces pienso que la peña no es profesional. Para volarle la cabeza a un nota de cerca no hay que hacerlo con una cuarenta y cinco, pero allá cada cual.

Salimos del coche todos a la vez disparando al destacamento, que digo yo que podían haber estado más al loro. Los mendas estaban fumando y charlando tan tranquilos. Nos fuimos de allí cagando leches. Cuando dije que por qué disparábamos a soldados me dijeron que no eran tales, sino mercenarios de la guerrilla que nos habrían tocado los cojones pero bien.

Total, que al final acabamos en un pueblo que se llama Santa Rita, cerca de la frontera con Venezuela, en otra casa situada en un valle y que no era visible hasta que no te dabas con ella en los morros. Si las casas en las que he estado hasta ahora eran bonitas, en ésta me habría quedado a vivir, no os podéis ni imaginar. Nos quedamos allí sólo una noche y al día siguiente continuamos camino.

Siempre que hago una entrada, mi colega se descojona. Al final voy a creer que estoy escribiendo una jodida comedia.

lunes, 3 de mayo de 2010

Operación abortada

Ni os podéis imaginar la historieta que estoy viviendo. La última vez que hice una entrada estaba en un estupendo patio de La Joya. El plan era sencillo: pasaríamos ahí un par de días y luego emprenderíamos viaje hasta el Distrito Federal para pillar un vuelo a España. Llegamos al D.F., pero cuando nos dirigíamos al aeropuerto y yo me las prometía muy felices, un coche se puso en paralelo al nuestro, bajó las ventanillas y nos empezaron a disparar por toda la cara. Ningún incidente hasta entonces, por lo que yo estaba muy confiado. Nuestro conductor estuvo muy fino. Intuyó la jugada y frenó casi en seco. Pasamos de ser los perseguidos a ser los perseguidores. No preguntamos a los tipos quiénes eran, sabíamos que eran los malos. Pedí una pipa y nos lanzamos contra ellos friéndolos a tiros. Ni yo ni los que me acompañaban éramos unos pardillos. Su coche acabó estrellándose contra una casa en la autopista y nosotros salimos de allí cagando leches. Ya no íbamos hacia el aeropuerto, no era seguro. Tiramos para el sur.

Pernoctamos en Oaxaca, esta vez en un hotel, con nombres falsos. Al día siguiente cruzábamos la frontera hacia Guatemala por un pueblo que se llamaba Tapachula o algo así. En estos días atravesamos Honduras, Nicaragua y Costra Rica. Ahora estoy en Panamá, más concretamente en la ciudad de Santa Fe. La gente con la que voy tienen una casa aquí, muy parecida a la de La Joya. No hemos vuelto a tener ningún percance, pero sabemos que nos siguen y hasta que no salgamos de Centroamérica no estaremos seguros. No me han dicho nada pero les he oído hablar. Creo que el plan es pasar a Brasil a través de Colombia.

Joder, jamás pensé que un puto secuestro en un pueblo de España me iba a traer hasta aquí.

Me han puesto un filete para cenar que estaba de lujo, un entrecot. Pero el vino era como agua, en fin, menos da una piedra. Estoy relajado en una mesa en el patio, que ya no me recuerda a los de Cádiz sino a, cómo deciros, sí, como a un patio de una venta de La Mancha. Y me estoy tomando un whisky y fumándome un cigarro con mi sombra, ya sabéis, el colega que no se despega de mí y que me cuida como si fuera su hijo, aunque él sabe que no soy manco con la pipa (ahora sonríe).

No sé cuándo voy a poder conectarme de nuevo, ni siquiera si podré hacerlo. No obstante, si puedo os seguiré contando.

sábado, 17 de abril de 2010

Méjico lindo

Cuando pasas la frontera desde USA hasta Méjico no notas el contraste entre los dos países inmediatamente. Lo hicimos por Tijuana. Al cabo de unos minutos, lo que deja totalmente flipao es ver a los críos descalzos y con harapos. Pasamos por pueblos vacíos, deshabitados, y los que venían conmigo, sobre todo uno que es mejicano de origen, me explicó que últimamente los pueblos fronterizos se estaban quedando vacíos debido al narcotráfico. Los cárteles de la droga no querían testigos de sus trapicheos y pasos por la frontera de grandes cantidades de droga hacia USA, así que amenazaban a los habitantes quemándoles las casas.

Hace dos horas que hemos llegado a La Joya, en donde vamos a pernoctar. Hace un rato que he terminado de cenar y ahora estoy en un ordenador que no os podéis hacer ni idea de lo cutre. Mi escolta, sí, ese del que os hablaba el otro día, está a mi lado, ahora sonríe. La verdad es que nos hemos hecho muy colegas. Menos mal que hace años decidí aprender inglés, si no os aseguro que no habría podido hacer el curro.

No estoy en un hotel ni nada por estilo. La gente que me acompaña mantiene en Méjico una infraestructura variada. Desde la ventana de la habitación (esta vez sí), veo un patio con arcos, empedrado y con galerías en forma de balcones que llegan hasta las dos alturas. Porque sé que estoy en Méjico, que si no, diría que estoy en un patio de Cádiz, porque es idéntico.

He exigido una botella de Jack Danield’s y me la han traído, así que me he echado un lingotazo en un vaso con hielo y me he encendido un Camel. Una chica muy guapa se ha quedado mirando por el cristal sonriendo. Pero mi guardaespaldas ha salido para afuera y no sé qué coños la habrá dicho. El caso es que ha salido najando con una cara de susto que te pasas.

De momento no me han dicho dónde me llevan. Pero creo que han creído conveniente sacarme del continente por Méjico, por si las moscas. Otra cosa, la cena ha sido cojonuda, lo que pasa es que todo picaba como la madre que lo parió. Entre eso y el whisky espero que no me dé dolor de estómago.

Acabo de decirle a mi colega que si podemos pasear por el patio y me ha dicho que sí. Así que voy a salir un rato a estirar las piernas, entre otras cosas porque hay una luna de la hostia y porque quiero hacerme a la idea de que estoy en Cádiz.

viernes, 9 de abril de 2010

This is the end

Gracias a todos. Lo digo, porque según me ha contado Paco, quien más y quien menos se ha estado preguntando por mi tardanza en volver a publicar una entrada. Además, como sabéis que ando entre pistolas y gentuza, alguno pensó que me había pasado algo. Pues como veis sigo vivo y coleando, aunque ya no estoy en Las Vegas. Hoy no puedo contaros casi nada, se notaría bastante la identidad del que esto escribe, lo siento. Sólo puedo decir que he resuelto el caso con éxito y que los que me daban cobertura ahora me esconden, hasta que pase un tiempo, porque, evidentemente, los malos me buscan todavía y lo harán durante un tiempo. Alucinaríais si verdaderamente os contara la historia de este caso. Quizá Paco pueda hacerlo algún día a través de una de sus novelas, cambiando algunos datos, quién sabe.

Habito un cuarto sin ventanas, eso sí, con todas las comodidades. Estoy tomándome un Jack Danield’s y fumando un cigarrillo. Me han pasado un portátil con Internet. A mi lado está un nota que me vigila, que ahora sonríe al ver lo que escribo. De momento lo aprueba. Sabe lo que es un blog y no ha tenido inconveniente en que haga una entrada siempre y cuando él vigilara el contenido. Es un armario empotrado. Mide 1,90 o más y tiene un contorno de pecho, joder, por lo menos doble al mío. Menos mal que fuma y bebe y me hace compañía; además el cabrón es culto (vuelve a sonreír) y se puede hablar con él de cualquier tema, para que luego digan que los matones son malas bestias sin cerebro.

Si todo va bien, no creo que esté aquí mucho tiempo. Por tanto, espero volver pronto a España, ver a mi chica, a mis colegas de Canillejas y hacer alguna salidita por Madrid con Paco. Si os digo la verdad, estoy hasta los cojones de tanto yanki cabrón (el que me vigila se descojona).

domingo, 21 de marzo de 2010

Viajecito a Méjico

A estas alturas supongo que puedo contaros algo que entiendo que dabais por sabido. Mi nombre no es Carlos González y mi agencia no se llama “Private Exam” Esos son los nombres que Paco ha elegido para sus novelas y que yo he tomado prestados para el blog. Es cierto que soy detective, que tengo una agencia y que soy amigo de Paco, pero quiero que entendáis que no puedo daros datos míos verdaderos para no ver comprometido mi trabajo.

La semana pasada entré en una base militar y saqué de allí a un colega que trabajaba para que este caso llegara a buen puerto. No fue fácil y tuve que echarle una cara de cojones. Me llevé al colega al apartamento que me han proporcionado en Las Vegas y durante la semana, he visto que la presencia de maderos en las calles se ha duplicado. No ha hecho falta que me lo diga nadie. Tanto madero se debe a que el ejército ha dado el keo de la desaparición de mi colega, al que unos y otros estarían encantados de echarle el guante. La suerte es que sólo le buscaban a él y yo he podido moverme con libertad. ¿Os acordáis de Mary? Sí, la fulana del “The Venetian Resort-Hotel-Casino”, la que me sirvió de coartada por un módico precio. Pues bien, me ha hecho otro servicio. Como mi colega no podía salir del país por ningún aeropuerto para regresar a España, o al menos, no era prudente, en contra de los que me asesoran urdí un plan. Me llevaría al tipo a Méjico. Y así lo hice. Me hice con dos coches. Yo iría delante en uno como lanzadera para detectar controles, si es que los había, y mi colega y Mary, haciendo el papel del matrimonio feliz, detrás en el otro. La verdad es que no hubo controles. Pero sí que hubo un percance, cuando nos quedaban apenas 20 kilómetros para la frontera.

Algo me olió mal. Nos comunicábamos cada media hora más o menos. Así que cuando no obtuve contestación, di la vuelta y enfilé la carretera en dirección contraria para ver qué pasaba. Al llegar a la altura de donde estaban aparcados, en el arcén, vi la película. Un jodido sheriff de pueblo y su ayudante habían pillado a Mary y a mi colega. En ese momento los estaban esposando. No me lo pensé dos veces. Aparqué, salí del coche haciéndome el despistado y me dirigí hacia ellos. El sheriff no esperaba ni por asomo el culatazo que le metí en la cabeza. Cayó redondo. El ayudante, un niñato de unos veinte años, se quedó lo suficientemente flipado como para tardar un segundo más de lo necesario en reaccionar, lo que me permitió meterle a él también.

Miré en el coche patrulla y debía de ser mi día de suerte, porque encontré dos rollos de cinta americana. Atamos a los pasmas, los metimos en el maletero de su propio coche y lo ocultamos todo lo que pudimos detrás de un montículo de la carretera. Mary, flipaba. Mi colega, menos, porque es del oficio. El caso es que nos dio tiempo de llegar a la frontera, de que mi colega la cruzara sin problemas y Mary y yo nos volvimos para las Vegas. Supongo que rescatarían al sheriff y a su ayudante. Sí, los echarían en falta.

Total, que Mary volvió a cobrar por sus servicios y me dijo que ya sabía donde encontrarla, que trabajar conmigo le salía mejor que putear en el hotel. Yo sigo en Las Vegas, esto no se ha acabado ni mucho menos. Y acaban de comunicarme que mi colega ha aterrizado en Madrid viajando desde Méjico D.F. Ignoro por qué tuvo que bajar tanto, sus razones tendría. Cuando le cuente todo a Paco para su novela va a flipar. La verdad es que lo único que me importa ahora es tomarme mi copa de Jack Danield’s y fumarme mi cigarro tranquilo. Por cierto, el hombro ya casi ni me duele.

domingo, 14 de marzo de 2010

Jodido rescate

Cuando llegué con mis padres al barrio de Canillejas, en 1970, aquello era para echarse a llorar. Las calles no estaban hechas y no había farolas por lo que si llovía el barrio se convertía en un barrizal, y por las noches las calles eran la boca de un lobo. Estábamos rodeados de campo, de chabolas y de un poblado en el que vivían quinquis y gitanos. Paco, yo y otros niños nos criamos en esas calles. Si te bajabas un balón, siempre había alguien que venía a quitártelo. Ya de jóvenes, éramos expertos en defendernos de gentuza con navajas y de acabar a hostias día sí y día también. Por eso, no tengo ni idea de cómo yo llegué a ser policía, licenciado en Derecho y después detective. Ni tampoco sé cómo Paco terminó siendo ingeniero, profesor y escritor.

Por cómo pasé la infancia, la adolescencia, mi juventud y por mi experiencia en la Policía Nacional, creo que soy temerario. No tengo miedo en cualquiera de las situaciones en las que me veo envuelto. Por eso, esta misma tarde, convaleciente todavía del hombro, cuando tuve que entrar en una institución oficial americana a rescatar a un colega que ha estado infiltrado allí durante un mes, no me lo pensé. Intenté trazar un plan, pero el nivel de seguridad es tan alto que no era posible ningún plan. Durante todo este tiempo en Las Vegas, agentes de otra institución oficial me han dado cobertura. Pero en esta misión estaba solo y sí, como en las pelis, si me cogían, ellos negarían si fuera necesario que han tenido contacto conmigo.

No me voy a extender en detalles pero lo cierto es que me oculté en un camión que iba a llevar suministros. Una vez dentro, me apeé en marcha y me escondí detrás de un barracón. Según las indicaciones de mi colega, divisé lo que él me había dicho que era la residencia del personal científico. Esperé a que anocheciera y me dirigí hasta allí. Mi colega me esperaba en la puerta y me condujo hasta su cuarto. Allí nos pusimos un traje de militar cada uno con sus distintivos. El de mi colega era de cabo y el mío de capitán. Por lo que pude comprobar, él sí que tenía un plan, descabellado, pero era menos que nada.

De repente se abrió la puerta y entró un tipo pelirrojo con el pelo alborotado. Tenía barba, muy descuidada, y vestía una bata blanca desabrochada, una camisa amarilla y un pantalón vaquero negro. El nota se quedó de piedra al vernos vestidos de militares. Mi colega le saludó, pero el tipo se mostró receloso y se dispuso a abandonar la habitación demasiado pronto. Mi colega, más tarde, me dijo que era un griego que trabajaba allí, al parecer toda una lumbrera. Pero en esos momentos, a mí no me interesaba su nacionalidad. Vi claro que si le dejábamos salir de allí, el tipo se iba a chivar. Así que saqué la pipa y le eché el alto. El menda me miró aterrorizado. Le dije que se diera la vuelta y, rápidamente, le metí con la culata en la cabeza. El nota cayó redondo al suelo.

A la media hora más o menos, mi colega y yo estábamos frente a la garita de la puerta de salida montados en un jeep que habíamos cogido “prestado”. Un veinteañero pecoso nos pidió la documentación mientras su compañero miraba nuestras credenciales que pendían del bolsillo de las chaquetas militares. Yo me dije que hasta ahí habíamos llegado y estaba pensando en qué iba a hacer para retorcer el cuello a dos soldaditos que parecían salidos de West Point. Pero hay veces que la fortuna aparece cuando menos lo esperas. El que miraba nuestras credenciales le dijo al pecoso que todo estaba bien. Y nos fuimos de allí como alma que lleva el diablo.

Ahora mi colega ya se ha dormido. Y yo escribo estas líneas con un vaso de Jack Danield’s con hielo y un cigarro. Miro por la ventana, ya no hay tráfico apenas. Y recuerdo cómo hemos quemado el jeep junto con las ropas militares en la otra punta de la ciudad, en un descampado que era antesala del desierto.

Apago el cigarrillo y enciendo otro. Vuelvo a llenar mi vaso y pienso que en una de estas...

domingo, 7 de marzo de 2010

Releaving Las Vegas

Ya no llevo venda en el brazo, que es un alivio. Aunque aún llevo en cabestrillo. Aun así, esta tarde estaba haciendo otra labor de vigilancia. Ha venido un nota y me ha pedido fuego. Cuando llevas tantos años de profesión, primero de policía y después de detective, sabes cuándo el nota que te pide fuego es o no es un transeúnte que necesita fuego. Como por el rabillo del ojo vi a otro menda que se me acercaba por la izquierda a lo lejos, di fuego al nota, pero también le di un rodillazo en los huevos. Cuando se agachó, saqué la pipa y le metí en la cabeza con la culata, en mis circunstancias no puedo permitirme la lucha cuerpo a cuerpo. ¡Premio! El menda que se aproximaba como si nada a lo lejos sacó su pipa y empezó a disparar. Me puse a cubierto detrás de una esquina y le lancé un par de tiros para que se percatara de que yo también tenía pipa, sólo por eso. Estoy en U.S.A. y no quiero matar a nadie. Estoy cubierto por unos contactos digamos oficiales, pero hasta cierto punto. El nota se frenó en seco y se tiró detrás de un coche. Siguió disparándome. Después de calcular mis posibilidades, volví a disparar y salí corriendo con la intención de salir a calles más transitadas y coger un taxi. El nota perdió unos segundos cubriéndose de mis disparos y yo alcancé una calle céntrica esquivando jodidos tiros, el tío se había rehecho y había salido corriendo detrás de mí. La ley de Murphy, ni un jodido taxi. Corrí como alma que lleva el diablo, me enfundé la pipa y doble por Las Vegas Boulevard. Seguí corriendo y al llegar al “The Venetian Resort-Hotel-Casino” no me lo pensé, entré ante la mirada desconfiada de botones uniformados y aparcacoches. Me dirigí a la zona de tragaperras y me escondí detrás de una de ellas. Para mi desgracia vi al nota en el vestíbulo enseñando un carné a los de seguridad. Joder, la había cagado. Demasiado bien sabía yo que el menda era agente de, digamos una agencia oficial. Ahora no sólo tenía detrás de mi al nota, sino a toda la seguridad del casino.

Me quité la chupa y le di la vuelta, siempre llevo chupas reversibles cuando curro. Me cogí del brazo de una fulana que llevaba un traje escotado y le di 200 dólares para que me siguiera el rollo. Me puse una gorra y unas gafas e increíblemente salimos por la puerta y nos metimos en un taxi.

La invité a cenar en un italiano después de darle otros 300. La cena hasta estuvo agradable. Mary, o al menos así me dijo que se llamaba, me dijo que era licenciada en filosofía, pero que se dedicaba a la prostitución en el casino y que se estaba forrando. También me dijo que, a este paso, se jubilaría a los cuarenta con la vida asegurada. Me dijo que si quería sexo con ella me haría una tarifa especial. Al final le di otros 300 y le dije que lo más importante era que ella no me había visto en la vida. Al salir a la calle, me besó en la boca. Yo me cogí un taxi, me fui a casa y me serví un Jack Danield’s. Me la estoy jugando en este caso, pero, qué coño, qué voy a hacer si el curro me gusta y además me pagan un huevo.

Ayer hablé con Paco Gómez. Ninguna noticia sobre editoriales. Le dije que todo llega. Hasta llegará el día que termine con este caso y pueda volver a casa.

domingo, 21 de febrero de 2010

Leaving Las Vegas

Ni os imagináis las cosas que estoy viendo a raíz del caso en el que estoy trabajando. Quizá algún día las cuente, o a lo mejor será Paco Gómez quien las narre en una de sus novelas. Es alucinante, no lo podríais creer.

Por si fuera poco, esta noche pasada estaba haciendo una labor de vigilancia y de repente veo que se me acerca un tipo por la izquierda. Podía parecer un tipo normal, pero yo sabía que no lo era, dicen que el instinto... Total que me abro por la derecha y veo que de frente me viene otro tipo con las mismas intenciones. Avanzo unos metros y veo un callejón, sí, de esos de las pelis que al final tienen una valla. Así que, sin pensármelo, me he metido en él y he echado a correr. Al llegar al final he tomado impulso y he escalado la valla pero un ruido de bala y un dolor en el hombro de la hostia me indicaron que me habían dado. Giré la cabeza y los dos tipos corrían hacia mí disparando. Encaramado en la valla y jugándome el tipo he sacado mi pipa y he empezado a disparar también, lo suficiente para hacerlos retroceder. Entonces he saltado y he estado más de media hora corriendo para despistar a los malos. Al final lo conseguí.

Desde una cabina que dejé perdida de sangre llamé a mi contacto. Y en un cuartucho de la zona Este de Las Vegas, un médico alto, enjuto y con cara de malas pulgas, me ha sacado la bala casi a lo vivo. Me ha costado 300 dólares, pero los doy por buenos.

Ahora estoy en la cama, cansado, pero no tengo fiebre, lo que quiere decir que no tengo infección. Tengo mi Jack Danield’s, mi paquete de tabaco y la última de Carlos Salem, que ya he visto que Paco ha hecho reseña en el blog. Lleva razón, está de puta madre su literatura. También he visto las fotos de su premio de poesía en Algeciras, tuvo que estar guay.

En fin, que sigo con la lectura. Y en próximas entradas, si es que tengo tiempo, os sigo contando. Vaya jaris en los que me meto.

sábado, 6 de febrero de 2010

Alcalá de Henares

Esta noche me he recogido pronto. A las cinco de la mañana cojo un avión para Las Vegas porque el jodido caso en el que estoy trabajando me lleva hasta allí. Una de las cosas que tiene esta profesión mía es que siempre estoy por ahí haciendo viajes, lo cual me mola un huevo. Así que he llegado hace un rato y en vez de irme a dormir me he dado un rulo por Internet y me he puesto un Jack Danield’s. Y ahora estoy aquí haciendo el post. Paco me llamó el lunes pasado y me contó que en Alcalá de Henares estaban haciendo unas jornadas gastronómicas, que si nos apuntábamos, y le dije que sí, así que había reservado mesa para hoy. Como ahora no bebe nos hemos ido en su coche por la N-II, el día de sol cojonudo.

Hemos aparcado al lado del garito, un restaurante de la Plaza de Cervantes. Y nos hemos metido un menú de degustación de a 38 euros de la hostia. Nada más sentarnos nos han puesto una botella de Albariño y una de Ribera que entraba en el precio. Y de pronto han empezado a circular platos. Un queso con anchoas, un rape con caracoles, unas codornices, otra cosa que no me acuerdo y de postre un crepe relleno de arroz con leche, otro de chocolate y helado. A ver, los platos estaban buenos, superiores, pero estaban impregnados de ese aire de la nueva cocina en la que los platos son pequeños y las raciones también. Tanto Paco como yo somos más de lentejas, de bacalao al pil pil y de cordero asado. Pero bueno, en la variedad está el gusto, por una vez, vale. Desde luego yo no he sido de los que se ha llevado un disgusto porque el Adriá haya cerrado el Bulli o como se llame. La anécdota ha estado en que Paco ha pedido un agua con gas, pero el camarero le ha servido un Albariño para el queso y el pescado y un Ribera para los pajarracos. Y, bueno, tras luchar un rato con su fuerza de voluntad se ha tomado una copita de cada, yo me he despachado bien, la verdad. Pero es que luego nos han invitado a un chupito de algo que yo no había probado, ni creo que pruebe en otro lado, porque el nota nos ha dicho que se lo traen al él de forma especial. La delicatessen era crema de cava y estaba que te pasas. Nos hemos tomado varios y al final nos hemos quedado con el metre hablando de vinos, que el nota, que se llamaba José, entendía un huevo. Nos ha enseñado hasta una botella de Pingus que valía 950 euros. Al final hemos quedado que por 35 ó 40 ya te tomas un buen vino, pero que de ahí en adelante, los precios se multiplican aunque la calidad no llega ni a duplicarse.

Luego nos hemos ido y hemos entrado en la pastelería de al lado que data de 1840. Nos hemos comprado unas rosquillas típicas de Alcalá y nos las hemos tomado en una cafetería con sendos cafeses, Paco descafeinado. Y hemos charlado un poco de Literatura. Yo me estoy leyendo el de Pedro de Paz que me ha pasado Paco y él está con “Camino de ida”, de Carlos Salem, ya lo está acabando, y dice que mola un huevo. Luego mi colega poeta y novelista me ha traído hasta el centro, a la oficina, y nos hemos despedido hasta la próxima, a saber cuándo regreso yo de yankilandia.

Bueno, un cigarrito y me voy a la cama. Lo que siento es la espera y los registros a los que me someterán en el aeropuerto. Y que no puedo llevarme la pipa, aunque ya tengo plan para hacerme allí con una.

domingo, 31 de enero de 2010

En la Chocita del Loro

Anoche volví a salir con Paco Gómez. Esta vez fuimos a la Gran Vía a dar un rulo y, a lo tonto, descubrimos un garito en la calle Amaniel: el restaurante mesón “Rías Baixas”. Hacía un frío del carajo y como era la hora de cenar, entramos sin pensárnoslo. Coincidiendo con la hora, nos vimos mientras cenamos el Depor-Madrid, vaya delicatessen de Guti en el segundo gol, vaya tela.

El caso es que pedimos unos chorizos con cachelos y una tortilla “Rías Baixas”. Paco se pidió un agua con gas, hay que ver, y yo opté por una copa de albariño. El chorizo de escándalo y la tortilla resultó ser de patata, pimiento morrón y lacón, toda una delicia. Charlamos de lecturas. Yo me he terminado “El violinista de Mauthausen”, que me ha parecido una obra de arte. Y Paco me habló estupendamente de “El documento Saldaña”, de Pedro de Paz, del que ya le quedan pocas páginas. Después me dijo que le habían dado el 2º Premio de Poesía Julia Guerra, estaba contento. Ya contaba con un premio de novela corta y ha sido finalista en multitud de certámenes de relato corto, pero es el primer premio de poesía que le dan, con lo que estaba bastante ilusionado. El certamen era poesía social y envió un poema que escribió inspirado por una noche en la que vio a una gente vaciar el cubo del DYA de comida caducada. Le he pedido el poema para leerlo, pero me ha dicho que lo colgará en breve en su blog.

Me tomé tres copitas de Alvariño mientras charlábamos y veíamos el fútbol. Y luego me pusieron un chupito de crema de orujo que sabía a gloria. Tuve que repetir y fue curioso el estoicismo con el que Paco soportó no probar alcohol mientras daba sorbos a su agua con gas.

Más tarde nos fuimos a la Chocita del Loro a recoger unas entradas que teníamos reservadas. Hasta la hora de entrar nos fuimos a O’Muiño a tomar un café y un descafeinado, ya sabéis para quién era cada uno. Y acabamos viendo el espectáculo de monólogos de la Parroquia del Monaguillo que estuvo guay.

Salimos a eso de las tres y media o así y el frío era acojonante. Y ya nos recogimos. Paco lleva un mes con las migrañas y ya le van remitiendo. No bebe alcohol ni toma café. Y ahora dice que va a dejar de fumar. En fin, mientras no se me haga monje...

sábado, 23 de enero de 2010

Migrañas y episodios nocturnos

Aprovechando que ayer cené en el barrio con mi madre y que hoy es el cumpleaños de Paco Gómez, los dos hicimos un hueco para ir por ahí a cenar. La noche no pudo empezar de forma más surrealista. Llamé a un taxi y me fui en él hasta el portal de Paco para esperarle. En esto que llega un nota borracho, abre la puerta del copiloto y se cuela dentro. Le dice al taxista que dónde ha robado el taxi. El taxista, todo flipao, le dice al nota de buenas maneras que salga del coche. Y el borracho, ni corto ni perezoso, le mete un truco lateral en la cabeza. Me hirvió la sangre, porque el menda tendría unos veinticinco y el taxista unos sesenta. Así que, saqué la pipa, se la puse en la cabeza y le dije que o salía del coche o le reventaba los sesos allí mismo. El chaval me miró, abrió la puerta y creo que todavía estará corriendo por la Carretera de Vicálvaro. Tuve que tranquilizar al pobre taxista que en ese momento estaba acojonado de tener a un tío detrás con una pistola. Le enseñé la licencia de armas y el carné de detective. Al final me dio las gracias.

A los dos minutos bajó Paco, que no quería salir porque anda con migrañas. Es curioso, porque en sus novelas que yo protagonizo me ha atribuido a mí las migrañas. En su día me consultó y yo le dije que adelante, al fin y al cabo, aunque las novelas las basa en cosas que yo le cuento no dejan de ser ficción, y se tomó la licencia literaria. Un detective con migrañas, hasta queda gracioso.

El jueves me acojonó. Resulta que por la tarde había ido al neurólogo y le mandó un tratamiento nuevo. Por la noche, al tomarse dos pastillas, le entró un ataque. Por lo visto estuvo quince minutos en su casa temblando como un yonki. Me llamó y me presenté en su casa cagando leches para llevarle a urgencias, pero cuando llegué ya se le había pasado y no quiso ir. Luego le dieron vómitos, diarreas y un dolor de cabeza del carajo de tres horas. Yo ya me había marchado, me lo contó al día siguiente.

Continuando con lo del taxi, nos fuimos a Capitán Haya y nos metimos en el Mesón Madrid Jabugo I. Pedimos una de ibérico de bellota (Schez. Romero Carvajal 5 jotas), cecina de León, lomo ibérico y queso viejo de oveja. Cuando voy a pedir la de Marqués de Cáceres me dice que no, que él va a tomar fanta de limón. “¿Lo que? –le digo-“. Total que ya me cuenta que el médico, por lo de las migrañas, le ha prohibido beber, fumar y tomar cafés. Pues bueno, allí que estuvimos cenando, yo con dos copitas de Rioja y él con la fanta, con un par. La comida de lujo, el local guapo y la gente parecía que habían ido todos a colegios de pago porque se limitaban a cenar y a charlar en voz baja, nada de gritos, y los críos educados y sentaditos con los padres.

Luego nos fuimos al Seis Peniques y me pedí un café irlandés y Paco con cara de circunstancias y con un muermo de la hostia. Y ya me dice que lleva desde el jueves sin tomar café cuando él es un tío de cuatro cafés diarios o más. Así que al final le convencí y se pidió un vienés, que no lleva alcohol. Al rato concluimos que tenía síndrome de abstinencia de cafeína. Cuando llevaba medio café se encontraba mucho mejor.

Al menos, me contó que una editorial importante a la que había enviado los tres primeros capítulos de su tercera novela, la primera que yo protagonizo, le había pedido el manuscrito entero para continuar con la lectura. Paco estaba contento.

La velada agradable, como siempre. Pero Paco con un muermo considerable. Y es que tomarse los ibéricos con fanta y el café sin un chorrito de whisky, yo creo que no es nada bueno.

domingo, 17 de enero de 2010

Qué jodido surrealismo

Esta tarde he estado en la oficina con Paco Gómez, merendando en plan casero y viendo una peli que nos habían recomendado. Se titula “Good”, de Vicente Amorim, protagonizada por el genial Viggo Mortensen. Ni qué decir tiene que nos hemos agenciado un pan payés, medio de ibérico y una de Marqués de Cáceres, que han hecho la velada cinematográfica de lo más agradable. Quién nos la recomendó no se equivocó, es un pedazo de peliculón. Va de un profesor universitario nazi, intelectual y apolítico de los años 30. Tiene un amigo psicoanalista judío que acaba desapareciendo posteriormente en la guerra. Él acaba siendo oficial de las SS. La peli es de las que dan para reflexionar. Obviamente no os cuento el final.

Pero el puntito del día vendría al final. Llegado el momento me he cogido “El violinista de Mauthausen” y me he ido a acompañar a Paco al Metro. Luego he entrado en un bareto en el que no había estado nunca. “Guays –pensé-. Es pequeño, tranquilo y no hay nadie”. La putada es que el camarero tenía el fútbol a toda hostia, pero bueno, pedí un café, me senté y comencé a leer. A los diez minutos se produjo un estruendo acojonante. “Vaya –me dije- se acabó la tranquilidad”. Entraron al bar el abuelo, la abuela y los nietos. Lo primero que hizo la niña es coger el AS, darle la vuelta y mostrarle al abuelo la tía en bolas de la contraportada diciendo a voz en grito “Abuelo, ¿te gusta, eh? Las tetas son de silicona”. No os vayáis a creer, la niña no pasaba de 10 años, qué carrera. Después ha sacado su súpermovil (qué coño hará una cría de 10 años con móvil), lo ha mirado toda chula y lo ha vuelto a guardar. Luego, el abuelo ha empezado a jugar compulsivamente a la máquina. Ha habido un momento que los cuatro estaban gritando, no sé qué coño decían de parar las sandías. Bien, luego el crío, de la misma edad aproximadamente que la niña, se ha puesto histérico. Gritaba el condenado porque no era capaz de montar un muñeco que le había salido en el huevo Kinder, sí, de esos que se montan con los ojos cerrados. La abuela no paraba de gritar, aunque no sé en qué idioma hablaba, no le he cazado ni una, y eran españoles, ¿eh? La vieja llevaba un pedazo de visón que en absoluto correspondía a su clase social, cuatro tallas más grandes por lo menos, de dónde lo habría sacado. Lo flipante es que los viejos iban ya por la tercera cerveza y ninguno de los dos cumplía ya los 80, qué nivel.

Ni qué decir tiene que a estas alturas hacía mucho que había cerrado el violinista. Allí no había quien leyera ni quien se relajara. La verdad es que me quedé observando la movida como curiosidad científica más de la cuenta. Cuando me fui, pedían la cuarta cerveza y me despidió el soniquete de la máquina tragaperras.

Al llegar al despacho, me encendí un cigarrillo, me serví un culín de whisky y me quedé pensando en la anécdota. Qué jodido surrealismo.

miércoles, 13 de enero de 2010

Tic, tac

Practicando con disciplina los más férreos postulados de la misantropía que me caracteriza, anoche penetré en el Paraíso del jamón, en San Bernardo. Encendí un cigarrillo y continué con la lectura de “El violinista de Mauthausen”, de Andrés Pérez Domínguez. Es alucinante la evolución de este escritor desde “El síndrome de Mowgli” y “El factor Einstein”. Su nueva novela, sin apenas diálogos y construida a base de reflexiones de los protagonistas es fascinante, vamos, de las que no quieres que se acaben. Lo de los bares, como siempre, hasta la bola de gente gritando y niños correteando y vociferando con total impunidad, pero es lo que hay. Sacan leyes contra el tabaco, pero no contra los gilipollas que no paran de vocear y reírse como si fuera el fin del mundo y con hijos maleducados que molestan a todo Cristo. El otro día, en un “Cañas y tapas”, el escándalo de unos críos era tal que entré al camarero y le pedí que les dijera algo. Me contestó que no podía, que no eran suyos. ¡Joder, ni míos! Y me los estoy tragando en TU establecimiento, coño. Los cinco niños eran de dos madres que parloteaban sin parar de gilipolleces con total dejadez hacia sus jodidos niños. Insisto, es lo que hay.

Lo único que me apartó del violinista fue un bocadillo de jamón de bellota goteado con unas briznas de aceite de oliva virgen extra y una copa de Marqués de Cáceres. Intuyo que empiezo a tener un problema con el jodido jamón y el jodido Rioja. Después de cenar continué leyendo.

Me llamó mi colega Antonio Parras, inspector de la Judicial, para atar unos cabos en un caso en el que trabajamos juntos. Luego me llamó Paco Gómez, mosqueado porque sigue sin recibir noticias de ninguna editorial. En fin, como veis, aquí cada uno a su bola.

A la una de la mañana, tras el pertinente trayecto en taxi por el centro en donde ya no había nadie, joder, que parece que salen todos y se recogen a las mismas horas como hordas de tarados, llegaba a la agencia en la que también tengo mi casa. Cerré la velada a la mesa de mi despacho con un pedazo de Jack Danield’s y un cigarrillo mientras escuchaba a Los Secretos. Y me dieron las tantas en la cama leyendo el violinista. Y encima, Andrés parece buen tipo. ¿Podré leer algún día algo de Paco? Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

domingo, 10 de enero de 2010

Las cosas del Filo

Ayer llamé a Paco, pero estaba enrollao en otros temas. Mi chica vuelve a estar fuera y me apetecía salir a dar una vuelta, sólo lo suficiente, sin demasiado entusiasmo, no vayáis a creer. Así que me piré para el barrio, cené con mi vieja y luego me pasé por el Nagual. El garito estaba como mi ánimo, apagado, sin mucha gente... Incluso el Eduardo, el camarero, estaba poniendo baladas. Pedí un whisky y me quedé contemplando al Filo, en su mesa, solipandis, rodeado de sus cuartillas, él ni siquiera me vio. De repente, recogió, avanzó hacia mí sin mirarme. Me dijo "toma", me entregó una de sus cuartillas y se largó sin siquiera mirarme ni despedirse. Saqué la cabeza del garito y le observé alejarse cabizbajo, con su ritmo lento y monótono. Lo que me entregó fue un poema. Lo dejo aquí colgado por si queréis leerlo. Un abrazo.

Misantropía

Sorteo los resquicios de las relaciones humanas,

espoleado por el desengaño,

esperanzado en la tibia soledad,

del que busca la quietud de espíritu.

Sorteo las gélidas esquinas de la amistad,

buscando el sosiego que da un cuarto oscuro,

gritando desde lo más profundo,

silencios de culpabilidad ajena.

Sorteo los valles fecundos,

encerrado en mi misantropía,

echando de menos la serenidad,

de ver un atardecer sin pensar.

Sorteo las tentaciones,

y evito las conversaciones vacías,

y los amores de barra de bar,

deseos de falsa filosofía.

Sorteo compañías,

las buenas y las malas compañías,

quisiera estar fuera de mí,

y de las ataduras sombrías.

martes, 5 de enero de 2010

Libros y jamón ibérico

Sufro de misantropía, diagnosticada después de sucesivos desengaños con buenos amigos. Por eso me dedico a mi trabajo, a ver a los colegas del barrio de toda la vida y a salir, casi siempre con Paco Gómez, pero nada más, no quiero conocer a más gente. Debido a mi misantropía, el tiempo que otros dedican a relacionarse, yo toco la guitarra, leo o sencillamente, apago la luz y permanezco horas en penumbra.

Un día un nota vino a buscarme al despacho. Por suerte, ni estaba leyendo ni tocando. Estaba sentado a la mesa disfrutando de un buen whisky y un cigarrillo. El menda, al no ver luz, debió pensar que no había nadie, por lo que debió planear entrar en mi garito y esperarme. Le oí forzar la puerta y permanecí quieto. Apagué el cigarrillo. Cuando abrió la puerta le vi perfectamente pero el a mí no, yo tenía los ojos acostumbrados a la oscuridad y él venía de la calle. Aún con la puerta abierta, inesperadamente giró su cabeza hacia mí. Debió ver mi cuerpo como una sombra chinesca silueteado en el cristal del ventanal. Me apuntó, pero no le dio tiempo a disparar. Disparé mi Beretta y el nota cayó como un fardo. Encendí la luz y vi cómo el menda tenía un agujero en la frente del que manaba abundante sangre.

Éste y otros episodios me han hecho ver lo efímera que es la vida, sobre todo en un curro de riesgo como el mío. Lo que ha hecho que cuando tengo una oportunidad la aproveche y ponga toda la pasión por simple que sea el evento. Como el de esta tarde, tan sencillo como ir a comprar reyes con Paco y con nuestras chicas. Ellas se pillaron unas joyas en Guzmán el Bueno. Después, fuimos a Estudio en Escarlata y Paco se pilló “El documento Saldaña”, de Pedro de Paz, y yo las tres novelas del Carlos Salem. Luego nos fuimos a Las Barricas y nos comimos una de jamón ibérico y una botella de Marqués de Cáceres. La velada ha terminado en El Tambor. Saben hacer el café irlandés y se puede escuchar desde a Fleetwood Mac a Stray Cats. Recorrido clásico. Libros y jamón.

Que os traigan muchas cosas los reyes.

sábado, 2 de enero de 2010

Mala puntería y chocolate

Ayer estuve con Paco Gómez un rato por ahí. Yo había vuelto de Fuenterrabía y él de Algeciras. Me trajo las primeras 70 páginas de su cuarta novela, en la que novela un caso mío. A estas alturas ya me las he leído y me ha parecido lo de siempre, que este tío es bueno, que pide paso y que a ver si algún editor en 2010 es capaz de darse cuenta de su talento. Está preocupado porque le salen tochos de cuatrocientas y pico páginas (que ya quisieran muchos) y ayer me decía que la próxima la va a hacer de ciento y pico a ver si tiene más suerte.

Nos fuimos a Malasaña. La creperie cerrada. Bajamos por San Vicente Ferrer 200 metros. El Bukowsky, el garito del Carlos Salem cerrado. Empecé a pensar que deberíamos habernos quedado en casa. Total, que nos fuimos al centro. Se nos ocurrió tomarnos un chocolate con churros y tiramos para San Ginés. Nos fuimos de allí porque había una cola para entrar al local de tres pares de cojones. Así que nos dirigimos por el Monasterio de las Descalzas a la chocolatería Valor. La hostia, había más cola que en San Ginés y la terraza llena. Había que echarle huevos para sentarse fuera, 5ºC marcaba el termómetro. Pues nada, allí estaban las familias con niños y abuelos incluidos. Total, que acabamos en la cafetería de un lujoso hotel situado en una bocacalle de la calle del Carmen, vacía, tomando el jodido chocolate. Aparte de hablar de que vaya tarde que llevábamos y de la puntería al elegir los sitios tuvimos una animada conversación al respecto de que si la peña se había vuelto gilipollas, porque hacer cola a cinco grados para tomar el jodido chocolate nos pareció de locos. Nosotros lo estábamos tomando, más caro, pero a veces merece la pena pagar por estar en un sitio tranquilo. Además, señores por aquí y señores por allá, no como en el San Ginés y en el Valor que te tiran el jodido chocolate a la cara y no puedes ni hablar entre los gritos de los jodidos niños y sus padres de los cojones.

El caso es que al final acabamos tomando unas alitas en un sitio en el que tampoco habíamos estado nunca, ya digo, los habituales estaban cerrados. Y cerramos la velada entre mojitos escuchando son cubano en la Negra Tomasa, un garito que está bien, pero que a la hora de cobrar van a degüello. Al menos los del son versionearon a Compay Segundo y nos regalaron los oídos.

Me despedí de Paco en Sol y quedamos en ir otro día al Bukowsky porque él tiene ganas de recitar. Y yo, ya digo, tengo ganas de pillar algo del Carlos Salem. Un tío que gana el memorial Silverio Cañada con su primera novela y el Premio Novelpol con la segunda, seguro que es interesante. Un tío al que los de Salto de Página fueron a su garito a preguntarle por algunos escritores de los que paran por allí habitualmente para intentar pescar a algún talento y publicarle. Al final acabaron publicándole a él.