El círculo alquímico

El círculo alquímico
El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero de 2011.

miércoles, 13 de enero de 2010

Tic, tac

Practicando con disciplina los más férreos postulados de la misantropía que me caracteriza, anoche penetré en el Paraíso del jamón, en San Bernardo. Encendí un cigarrillo y continué con la lectura de “El violinista de Mauthausen”, de Andrés Pérez Domínguez. Es alucinante la evolución de este escritor desde “El síndrome de Mowgli” y “El factor Einstein”. Su nueva novela, sin apenas diálogos y construida a base de reflexiones de los protagonistas es fascinante, vamos, de las que no quieres que se acaben. Lo de los bares, como siempre, hasta la bola de gente gritando y niños correteando y vociferando con total impunidad, pero es lo que hay. Sacan leyes contra el tabaco, pero no contra los gilipollas que no paran de vocear y reírse como si fuera el fin del mundo y con hijos maleducados que molestan a todo Cristo. El otro día, en un “Cañas y tapas”, el escándalo de unos críos era tal que entré al camarero y le pedí que les dijera algo. Me contestó que no podía, que no eran suyos. ¡Joder, ni míos! Y me los estoy tragando en TU establecimiento, coño. Los cinco niños eran de dos madres que parloteaban sin parar de gilipolleces con total dejadez hacia sus jodidos niños. Insisto, es lo que hay.

Lo único que me apartó del violinista fue un bocadillo de jamón de bellota goteado con unas briznas de aceite de oliva virgen extra y una copa de Marqués de Cáceres. Intuyo que empiezo a tener un problema con el jodido jamón y el jodido Rioja. Después de cenar continué leyendo.

Me llamó mi colega Antonio Parras, inspector de la Judicial, para atar unos cabos en un caso en el que trabajamos juntos. Luego me llamó Paco Gómez, mosqueado porque sigue sin recibir noticias de ninguna editorial. En fin, como veis, aquí cada uno a su bola.

A la una de la mañana, tras el pertinente trayecto en taxi por el centro en donde ya no había nadie, joder, que parece que salen todos y se recogen a las mismas horas como hordas de tarados, llegaba a la agencia en la que también tengo mi casa. Cerré la velada a la mesa de mi despacho con un pedazo de Jack Danield’s y un cigarrillo mientras escuchaba a Los Secretos. Y me dieron las tantas en la cama leyendo el violinista. Y encima, Andrés parece buen tipo. ¿Podré leer algún día algo de Paco? Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

5 comentarios:

  1. A mí siempre me pareció una injusticia que, en muchos locales no permitan entrar perros, cuando todo el mundo sabe que, los canes caseros son mucho más educados que los niños. El problema es el de siempre; el retroceso de la educación, la inteligencia y las elementales normas cívicas. Pero bueno, observando a la clase política y la caterva de retrasados mentales que salen por la pequeña pantalla, uno no puede esperar nada bueno de esta sociedad que tenemos.
    Ante esto, no resta más que la introspección, los paseos, los placeres de la gastronomía, la lectura sostenida, y el alterne con los verdaderos amigos. Si no, uno termina trabajando en televisión, donde sólo se requiere; no servir para nada y presentar cuatro fotos.

    Un saludo.

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  2. Tomarse un bocadillo de buen jamón con una copa de Marqués de Cáceres entre las hojas de un buen libro es un placer de dioses; aunque suene la algarabía de los chiquillos alrededor como hilo musical, claro que yo prefiero Los Secretos. Yo estoy detrás de adquirir "El violinista de Mauthausen", ya te contaré. Por cierto, dile a Paco que no se desespere, que cuando menos se lo espere lo llamará una editorial.
    Me gusta esta visita.
    Saludos.

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  3. Lo de los niños en los bares es desesperante, Carlos. En Francia, en cambio, me sorprende lo contrario: allí no ladran ni los perros, a los que ves inmóviles debajo de las mesas de sus amos. Los locales no suelen ser muy grandes, y las mesas, pequeñas, están muy juntas, y aun así, te sientes en intimidad. Es cierto que la gente es fría y distante, pero a veces no sé a qué carta quedarme. Es cierto, a ver cuándo le publican a Paco. Un abrazo.

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  4. Nos hemos convertido en unos sibaritas, yonkis del ibérico y el Rioja, vaya tela. Lo de los niños y la gente gritando y diciendo sandeces es una constante. Por lo menos en verano ponen las terrazas y se puede buscar una que no esté muy concurrida para leer. Pero en invierno, los bares se llenan por el frío. Yo también leo el violinista, ya llevo 300 pgs.. Estoy de acuerdo, es fascinante.
    Como mola, estáis todos seguros de que me van a llamar de la editorial. Gracias. Cuando publique tendré que dedicaros un ejemplar.
    Un abrazo.

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  5. Guido:
    Pues la verdad es que sí, que al final sólo queda agarrarse a la introspección, los paseos, los placeres de la gastronomía, la lectura sostenida, y el alterne con los verdaderos amigos. De verdad que me ponen enfermo todas esas personas gritando y esos críos correteando, una de las molestias más desagradables cuando lo que uno busca es un poco de tranquilidad. A veces dan ganas de sacar la pipa y dar un tiro al aire.

    Mercedes:
    Llevas razón, es placer de dioses. Yo también prefiero los Secretos. No te arrepentirás de leer el violinista. Paco y yo la estamos leyendo y nos fascina. Por cierto, que le daré tu mensaje, aunque él ya habrá leído tu comentario.

    José Miguel:
    Pues yo me quedo con la gente fría y que respeta a los demás, sin dudarlo. Y con los padres responsables que mantienen a sus hijos sentados a la mesa conscientes de que si están por ahí dando gritos y tirando sillas puede que molesten a los demás.
    El mercado está jodido, pero al final Paco publicará. No encuentro diferencia entre sus novelas y las que venden en cualquier librería. Si acaso, las suyas son mejores.

    Paco:
    Quizá es en lo que nos hemos convertido, en unos jodidos sibaritas. Pero es que disfruto tanto con mi jamón, mi vinito y mi libro... Y sí, es cierto, el verano mola muchísimo más que los tristes inviernos. Tampoco entiendo cómo puede haber personas que prefieren el frío, la lluvia y la nieve.
    Te llamarán de la editorial, un día me llamarás y me lo contarás. Y entonces nos tomaremos tú y yo un buen Rioja y un buen ibérico.

    Un abrazo a todos.

    P.D.: Le transmití al Filo vuestras felicitaciones y puso una sonrisilla picaruela y vanidosa.

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