El círculo alquímico

El círculo alquímico
El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero de 2011.

domingo, 14 de marzo de 2010

Jodido rescate

Cuando llegué con mis padres al barrio de Canillejas, en 1970, aquello era para echarse a llorar. Las calles no estaban hechas y no había farolas por lo que si llovía el barrio se convertía en un barrizal, y por las noches las calles eran la boca de un lobo. Estábamos rodeados de campo, de chabolas y de un poblado en el que vivían quinquis y gitanos. Paco, yo y otros niños nos criamos en esas calles. Si te bajabas un balón, siempre había alguien que venía a quitártelo. Ya de jóvenes, éramos expertos en defendernos de gentuza con navajas y de acabar a hostias día sí y día también. Por eso, no tengo ni idea de cómo yo llegué a ser policía, licenciado en Derecho y después detective. Ni tampoco sé cómo Paco terminó siendo ingeniero, profesor y escritor.

Por cómo pasé la infancia, la adolescencia, mi juventud y por mi experiencia en la Policía Nacional, creo que soy temerario. No tengo miedo en cualquiera de las situaciones en las que me veo envuelto. Por eso, esta misma tarde, convaleciente todavía del hombro, cuando tuve que entrar en una institución oficial americana a rescatar a un colega que ha estado infiltrado allí durante un mes, no me lo pensé. Intenté trazar un plan, pero el nivel de seguridad es tan alto que no era posible ningún plan. Durante todo este tiempo en Las Vegas, agentes de otra institución oficial me han dado cobertura. Pero en esta misión estaba solo y sí, como en las pelis, si me cogían, ellos negarían si fuera necesario que han tenido contacto conmigo.

No me voy a extender en detalles pero lo cierto es que me oculté en un camión que iba a llevar suministros. Una vez dentro, me apeé en marcha y me escondí detrás de un barracón. Según las indicaciones de mi colega, divisé lo que él me había dicho que era la residencia del personal científico. Esperé a que anocheciera y me dirigí hasta allí. Mi colega me esperaba en la puerta y me condujo hasta su cuarto. Allí nos pusimos un traje de militar cada uno con sus distintivos. El de mi colega era de cabo y el mío de capitán. Por lo que pude comprobar, él sí que tenía un plan, descabellado, pero era menos que nada.

De repente se abrió la puerta y entró un tipo pelirrojo con el pelo alborotado. Tenía barba, muy descuidada, y vestía una bata blanca desabrochada, una camisa amarilla y un pantalón vaquero negro. El nota se quedó de piedra al vernos vestidos de militares. Mi colega le saludó, pero el tipo se mostró receloso y se dispuso a abandonar la habitación demasiado pronto. Mi colega, más tarde, me dijo que era un griego que trabajaba allí, al parecer toda una lumbrera. Pero en esos momentos, a mí no me interesaba su nacionalidad. Vi claro que si le dejábamos salir de allí, el tipo se iba a chivar. Así que saqué la pipa y le eché el alto. El menda me miró aterrorizado. Le dije que se diera la vuelta y, rápidamente, le metí con la culata en la cabeza. El nota cayó redondo al suelo.

A la media hora más o menos, mi colega y yo estábamos frente a la garita de la puerta de salida montados en un jeep que habíamos cogido “prestado”. Un veinteañero pecoso nos pidió la documentación mientras su compañero miraba nuestras credenciales que pendían del bolsillo de las chaquetas militares. Yo me dije que hasta ahí habíamos llegado y estaba pensando en qué iba a hacer para retorcer el cuello a dos soldaditos que parecían salidos de West Point. Pero hay veces que la fortuna aparece cuando menos lo esperas. El que miraba nuestras credenciales le dijo al pecoso que todo estaba bien. Y nos fuimos de allí como alma que lleva el diablo.

Ahora mi colega ya se ha dormido. Y yo escribo estas líneas con un vaso de Jack Danield’s con hielo y un cigarro. Miro por la ventana, ya no hay tráfico apenas. Y recuerdo cómo hemos quemado el jeep junto con las ropas militares en la otra punta de la ciudad, en un descampado que era antesala del desierto.

Apago el cigarrillo y enciendo otro. Vuelvo a llenar mi vaso y pienso que en una de estas...

9 comentarios:

  1. Pues sí, Carlos, en una de éstas todo lo que aprendiste a golpes en tu barrio se te va a quedar corto y nos vamos a quedar si tu crónica detectivesca semanal. Aunque lo cierto es que ese refrán de que "todos los granujas tienen suerte" se cumple en la mayoría de los casos. De todas formas si no te mata la mafia lo hara el estrés, el güisqui y el tabaco. Que llevas una vida muy perra. Debiste tomar ejemplo de Paco, aún habiéndose criado en los mismos lodos que tú, ahí lo tienes con un trabajo seguro y asegurado. Por cierto, dale recuerdos.
    Un abrazo, aunque no sé si agradecerías más un puñetazo o culatazo.
    Hasta pronto.

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  2. Estoy deseando que Paco escriba una recopilación de tus aventuras, una especie de Memorias. No me extrañaría que la novela con el que ganará el RBA esté basada en un caso tuyo; teniendo tus experiencias tan a mano, ¿para qué andar buscando ficciones?.
    Un saludo y cuidado en Las Vegas, que aquello no es Canillejas y los macarras portan pistolas...

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  3. Primera visita a tu oficina de detectives y..., ¡qué gran sorpresa! Una nunca sabe lo que se esconde tras los vericuetos de Internet... Qué suerte que el Destino me trajo hasta aquí :-) Me gustan mucho las historias de detectives :-)

    Saludos.

    S. Cid

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  4. Mercedes:

    La profesión es dura, pero a la vez, es excitante, independiente, creativa e interesante. Por otro lado, se viaja y se gana dinero, más que en un trabajo seguro y monótono. Aunque, claro, cualquier día una bala puede hacer blanco donde la cosa es mortal, pero también puede que no.

    Guido:

    Más lo estoy deseando yo, no por protagonismo ni nada de eso, sino por ver a Paco con novelas publicadas y dedicándose a la Literatura que es lo que le gusta. Ojalá gane el RBA como dices con un caso mío o con cualquier otra historia. Tendré cuidado, no lo dudes.

    S. Cid:

    Bienvenida. Espero verte más por aquí. No siempre cuento historias de mi trabajo. Espero que cuando así sea también te interesen.

    Un abrazo a todos.

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  5. Recuerdo el barrio como lo describes, Carlos. Cuanta marginalidad, cuanto barro y cuanta miseria. En fin...
    Ten cuidado tío, aunque sé que eres un crack, a veces me das miedo. Un abrazo.

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  6. Apasionante cronica negra, ahora con visos de pelicula policiaca americana de los 50 estilo “Kiss me deadly”. No hay como nacer en un barrio conflictivo para luego hacer frente a todo lo que se ponga por delante. Nunca se sabe por donde nos va a llevar la vida...
    Un saludo

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  7. Paco:

    Tengo cuidado, lo sabes. Y paciencia con lo de las editoriales. No sé a qué esperan, de verdad.

    Antonio:

    Pues sí, nunca se sabe por dónde nos va a llevar la vida. Por eso hay que disfrutarla en todo momento como si fuera el último.

    Un abrazo para los dos.

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  8. Que suerte tiene Paco. Con lo que cuesta documentarse... ¿Vais al 50%?
    Saludos.

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  9. Pues no sé si tiene suerte o no Sinuosa, yo sólo le cuento cosas. Y, desde luego, no vamos al 50%. Yo tengo mi propio curro con el que ya tengo bastante.
    Saludos.

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