Vaya tela, cada vez se me complican más las cosas para hacer una jodida entrada en el blog. Y siempre desde un patio enclaustrado que me recuerda a Cádiz, lo cual me mola bastante.
El caso es que no tuvimos ni un jodido percance en Panamá. E incluso pasamos la frontera con Colombia con una tranquilidad que me dio mala espina. Llegamos a Medellín y nos alojamos en diferentes hoteles con nombres falsos, aunque mi colega, el que me cuida (claro que yo también le cuido a él), se alojó conmigo, nada romántico, os lo aseguro. Aunque por lo menos el tipo tiene labia, ya os digo que se puede charlar con él de cualquier cosa. Me ha roto todos los esquemas del matón bestia e inculto. No os podéis imaginar lo que sabe de Literatura, americana y europea. Y no sé cómo lo ha hecho, pero me ha pasado el último de Lorenzo Silva porque una vez le comenté que me encantaba. Joder, parece mi novia. Y lo mejor es que fuma rubio americano y le gusta el Jack Danield’s, pero el original, el de Tenesse. Y claro, yo, después de probarlo, ya veremos como hago para volver a habituar mi paladar al de España.
Al día siguiente nos pusimos en marcha. Y llegamos hasta Bogotá, en donde estuvimos tres días en otra casa que tiene esta gente, en Colombia tienen infraestructura guapa. Los días pasaron tan placenteros que parecía que estaba en un jodido viaje de turismo. No salía mucho de la casa, pero ni falta que hacía. La comida tela de buena y me traían periódicos, y además, disfrutaba que te pasas con “La estrategia del agua”. Lo más chungo, el vino, pero en fin, más no se puede pedir, sobre todo si estás trabajando.
Llegado el cuarto día, mi colega me dijo que nos íbamos. Salimos de Bogotá por el Este y seguimos el curso del río Meta. No llevábamos ni 15 kilómetros cuando en un control militar nos pidieron la documentación. El que conducía se echó mano al bolsillo interior de la chaqueta y sacó la fusca. Al nota le reventó el cráneo y a nosotros nos salpicó su sangre y sus trozos de cerebro, nada estético, creedme. A veces pienso que la peña no es profesional. Para volarle la cabeza a un nota de cerca no hay que hacerlo con una cuarenta y cinco, pero allá cada cual.
Salimos del coche todos a la vez disparando al destacamento, que digo yo que podían haber estado más al loro. Los mendas estaban fumando y charlando tan tranquilos. Nos fuimos de allí cagando leches. Cuando dije que por qué disparábamos a soldados me dijeron que no eran tales, sino mercenarios de la guerrilla que nos habrían tocado los cojones pero bien.
Total, que al final acabamos en un pueblo que se llama Santa Rita, cerca de la frontera con Venezuela, en otra casa situada en un valle y que no era visible hasta que no te dabas con ella en los morros. Si las casas en las que he estado hasta ahora eran bonitas, en ésta me habría quedado a vivir, no os podéis ni imaginar. Nos quedamos allí sólo una noche y al día siguiente continuamos camino.
Siempre que hago una entrada, mi colega se descojona. Al final voy a creer que estoy escribiendo una jodida comedia.