Últimamente no paro de trabajar. La Agencia está a pleno rendimiento. Ya sabéis que en tiempos de crisis los malos parece que se multiplican. No obstante, he estado dos días en Madrid, justo los días en que Andrea tenía que viajar a Alemania. Mi relación con ella es atípica, pero nos va bien. A veces hemos quedado en París o en Roma para poder vernos, y eso que los dos vivimos en Madrid, si yo os contara...
El viernes estuve con Paco en el Paraíso del Jamón, en San Bernardo. Lo que iba a ser un vinito y un bocata acabó en Malasaña, en una cueva, viendo a unos notas que tocaban la acústica de muerte. Otro chaval hizo unas interpretaciones de Pink Floyd de manera magistral. Y una chica cantó el “here I go again” de Whitesnake como los ángeles, acompañada a la acústica por el que debía ser su chico. Y casi se le caen a uno las lágrimas, porque los chavales eran jóvenes, pero interpretaban temas de nuestros tiempos. Nos atizamos dos pintas de Franciskaner que hicieron que fuéramos al taxi más que contentos. Previamente tomamos una birra en el Bukoski, en el que estábamos la camarera, que leía un manuscrito, Paco y yo. Nadie, sin agobios, pero la música era buena, tiene algo ese garito.
Ayer, Paco se marchó a un taller express de la Escuela de escritores, me dijo que iba sobre Poe. Le esperé en el Museo Reina Sofía, que era donde se celebraba el curso. Al salir nos descojonábamos porque el taller, lejos de ser de Poe era de Poe+, es decir, de poemas. Paco atribuyó el fallo al alzheimer galopante, y puede ser que así sea. Nos marchamos paseando hasta la calle Toledo atravesando Lavapiés. Yo hacía que no iba por allí pero lo cierto es que las calles bullían al ritmo de árabes, chinos, indios, africanos y sudamericanos. Curioso barrio en el que se ha convertido Lavapiés auspiciado por todas estas nacionalidades.
Ya en la calle Toledo, dimos cuentas de unas variadas tostas y unas croquetas escoltadas por los Riojas de rigor. Paco me habló maravillas de “La conjura de los necios”, que yo ya leí hace mucho, y el cabrón ya llevaba preparada “Últimas tardes con Teresa”. Me habló de las últimas noticias sobre su, hasta ahora, inédita carrera literaria y el caso es que le vi algo más ilusionado que la última vez. Hablamos del morro que tuvo al entrar al Carmen Fernández de Blas en la presentación de Don Winslow y que parece que la cosa con respecto a su primera novela ha vuelto a ponerse en marcha. Le dije que hizo muy bien, que el mundo es de los valientes. Después nos fuimos a la calle del Carmen y nos tomamos unas copas de orujo de hierbas mientras me contaba que el editor de su segunda novela le ha dicho que en octubre empiezan a trabajar con el libro para sacarlo a finales de año. Así que a ver si ahora vamos a tener que asistir a más de una presentación. Qué mundo de locos éste el de las editoriales.
Por fin, como íbamos bastante sobrios y yo tenía que madrugar hoy, nos fuimos para el barrio, esta vez en Metro.
Escribo estas líneas desde Logroño, en donde dentro de un rato tengo que ir a seguir a un nota por un asunto de chantaje. Qué rutina, tíos.