Anoche estuve en el Nagual, el garito del barrio en el que se reúnen todos los colegas de antaño. Nada más entrar, el local me recibió con la última de "Extremoduro", no recuerdo el título, que en mi barrio tiene muchos partidarios. Lo bueno del Nagual es que aunque la barra esté llena conoces a todo quisqui. Una vez, después de una persecución de película de la pasma, uno de los manguis vino a refugiarse al bar después de que un disparo que iba para él se colara por la cristalera del bar y se incrustara en la pared. Todavía está el boquete. El tipo disparaba y la policía respondía. Al final saqué mi pipa y se la puse en la cabeza, no tuve más remedio, porque el hijoputa no dejaba de disparar y allí iba a pasar una desgracia.Bueno, a lo que iba, que entré en el garito y lo primero que vi fue al Filo sentado en una mesa rodeado de papeles. Es un colega que se quedó pillao de los tripis bien joven y pilló buena pensión en los benévolos tiempos de Felipe González. El cabrón escribe bien, relato corto y poesía. Ya ha ganado varios certámenes con obras que yo mismo le he enviado, porque él no es capaz. Siempre que me ve me da sus escritos para que yo los lea. Me dice "anda Charlie, mira a ver qué te parece, que tú eres un tío culto y preparao". Y ayer no fue menos.
Después anduve saludando a los colegas, a unos y a otros. Whisky, tabaco y lo que no es whisky y tabaco. Perdí el primer mus en muchos meses. Pero claro, es que el cabroncete de Paco Gómez estaba en Algeciras documentándose para su novela, y jugar sin él como compañero es perder muchos tantos.
Bueno, pues como regalo de fin de año, os cuelgo la poesía que me dio anoche el Filo, a ver qué os parece a vosotros que sois gente culta y prepará. Feliz Año.
Muero
Muero un poco cada día,
si te veo triste,
si no remontas el vuelo,
si veo tus lágrimas,
si no contemplo tu alegre sonrisa.
Muero cuando te asaltan oscuros pensamientos,
cuando me miras
desde el fondo de tus sentimientos,
desde el interior de tu tormenta,
cuando se desata el fuego.
Muero en la tristeza de tus ojos,
en el despertar de tu dolor incierto,
en los recovecos de tu pena,
que se va por los rincones
de la calle de la tristeza.
Muero en el tren de tu melancolía,
en el valle de tu alegría dormida,
en el fondo de tu corazón dolorido
que late con cadencia abatida,
entre oscuras tendencias.
Muero, sí, me muero,
cuando escucho tu voz cansada,
cuando te veo apesadumbrada,
por esos sueños fallidos
que te dejaron frustrada.
Muero en cada mirada apagada,
en la ausencia de tu regocijo,
en tus ausentes atisbos,
en tus caricias veladas
que se pierden en el olvido.
Muero, me muero de forma insuficiente,
capto el maremoto de tus dudas,
dudas pasadas y presentes,
que no dejan vivir,
que no tienen fin.
Muero en cada lágrima,
en cada frustración,
en cada sonrisa malograda,
en la avenida del amor
de las farolas apagadas.