Hoy me he pasado por el barrio. Tomé café en el Shiray y disfruté media hora de la lectura de “As de espadas”, de Javier Otaola, que está de puta madre. Me encontré con el Jandri, que aun habiendo sido yonki, pues ahí estaba, con unos primos de Francia tomando tercios de cerveza. Me saludó y me invitó al café. Luego me fui al Guadiana y me tomé un vermú. Como hay un torneo de mus a celebrar en enero, pues me apunté y como pareja pues puse a Paco Gómez, quién si no, el cabronazo chana al mus. La camarera me obsequió con un consomé al Jerez que estaba de puta madre. Y cuando llegó la hora, me pasé por la bodega del Suso, en donde había quedado con Paco. La bodega es un garito emblemático, típica, con sus trofeos de fútbol, con sus carteles de fútbol de equipos del barrio, con el calendario del taller de chapa de al lado que luce una rubia en bolas que sostiene un balón, con sus participaciones de lotería de Navidad de diversas asociaciones del barrio, etc. Cuando he llegado he saludado al personal, todos conocidos. El Miguel, ex yonki, que se gasta su pensión en whisky con limón. Una vez le ingresaron y le dijeron que dejara la bebida. De esto hace diez años y por aquel tiempo tomaba whisky con coca-cola. Nos vino contando que lo malo no era el whisky, sino la coca-cola, y a partir de ahí sustituyó la coca por el trina de limón. Y ahí estaba, soltando sus escuetas frases filosóficas, con sus ademanes aristocráticos adquiridos desde la seguridad que le da la pensión otorgada en los benevolentes tiempos de Felipe González. También estaba el Ricky, el más intelectual del recinto, el único que devora el As y se permite dar conferencias de fútbol. Y el Vicente y el Luiggi, discutiendo de fútbol, de los mismos asuntos que se dirimen en los despachos y que despachan Florentino Pérez y Cerezo, con la sabiduría que da seguir el campeonato en la barra de un bar. Y el Suso haciendo la quiniela, dubitativo entre dar ganador al Madrid o al Marsella.
En éstas ha llegado Paco, que me ha contado que ha empaquetado su segunda novela para un premio literario, él erre que erre. Y nos hemos tomado el vermú, que al final ha pagado el Chipi, que ha venido con el labio partido y que nos ha contado que ha tenido movida con el camello que le ha querido tangar veinte euros en un gramo de coca, pero no con el camello habitual, sino con el sustituto, ya que el original está en cama con gripe A. Lo del labio no es nada, porque por lo visto al camello se lo ha tenido que llevar el SAMUR. En fin, el barrio, gloria pura.
Al fin, me encuentro en mi casa. Y voy a echarme un siestón, con el permiso de ustedes.
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