Sufro de misantropía, diagnosticada después de sucesivos desengaños con buenos amigos. Por eso me dedico a mi trabajo, a ver a los colegas del barrio de toda la vida y a salir, casi siempre con Paco Gómez, pero nada más, no quiero conocer a más gente. Debido a mi misantropía, el tiempo que otros dedican a relacionarse, yo toco la guitarra, leo o sencillamente, apago la luz y permanezco horas en penumbra.
Un día un nota vino a buscarme al despacho. Por suerte, ni estaba leyendo ni tocando. Estaba sentado a la mesa disfrutando de un buen whisky y un cigarrillo. El menda, al no ver luz, debió pensar que no había nadie, por lo que debió planear entrar en mi garito y esperarme. Le oí forzar la puerta y permanecí quieto. Apagué el cigarrillo. Cuando abrió la puerta le vi perfectamente pero el a mí no, yo tenía los ojos acostumbrados a la oscuridad y él venía de la calle. Aún con la puerta abierta, inesperadamente giró su cabeza hacia mí. Debió ver mi cuerpo como una sombra chinesca silueteado en el cristal del ventanal. Me apuntó, pero no le dio tiempo a disparar. Disparé mi Beretta y el nota cayó como un fardo. Encendí la luz y vi cómo el menda tenía un agujero en la frente del que manaba abundante sangre.
Éste y otros episodios me han hecho ver lo efímera que es la vida, sobre todo en un curro de riesgo como el mío. Lo que ha hecho que cuando tengo una oportunidad la aproveche y ponga toda la pasión por simple que sea el evento. Como el de esta tarde, tan sencillo como ir a comprar reyes con Paco y con nuestras chicas. Ellas se pillaron unas joyas en Guzmán el Bueno. Después, fuimos a Estudio en Escarlata y Paco se pilló “El documento Saldaña”, de Pedro de Paz, y yo las tres novelas del Carlos Salem. Luego nos fuimos a Las Barricas y nos comimos una de jamón ibérico y una botella de Marqués de Cáceres. La velada ha terminado en El Tambor. Saben hacer el café irlandés y se puede escuchar desde a Fleetwood Mac a Stray Cats. Recorrido clásico. Libros y jamón.
Que os traigan muchas cosas los reyes.
Yo no celebro Reyes (soy de Jánuca) pero cultivo mi misantropía a conciencia, más por oblicación que por elección propia. Como bien apuntas, la gente te falla y, al final, uno retorna a aquellos puertos seguros donde siente la cálida amistad de las múltiples vivencias y recuerdos compartidos. Hoy, sin ir más lejos, fui a cenar con otro amigo porteño a nuestro habitual restaurante argentino; el menú, se torció un poco pero, a pesar de eso resultó de lo más gratificante: provoleta, ensalada mixta (con huevo, atún y olivas), lomo alto, pollo, Protos cosecha y helado de limón. Algo más ligero que lo habitual pero, lo suficientemente suculento para desatar la conversación amena e inteligente despreciando el entorno. Luego, para remate, un par de rones Bacardi 8 años con Coca Cola y un Cohiba en un restaurante cubano cercano regentado por otro argentino.
ResponderEliminarEn fin, la vida se reduce, en esencia, a estos pequeños placers, o no?. Estoy seguro que vos y Paco Gómez compartís mis teorías.
Un abrazo.
Hay que ver, Carlos. Con esta manía que te ha dado de contar nuestras vidas en el blog se nos va a acabar la intimidad. Llevas razón en cuanto a lo efímero de la vida y la consecuente pasión que debemos poner en nuestros actos por simples que sean.
ResponderEliminarOye, tengo ganas de leer al Pedro de Paz y al Carlos Salem. Pero también he de seguir escribiendo la novela que la tengo un tanto parada. Y encima empiezo a currar el lunes, coñazo.
Comparto esas teorías, Guido.
Venga, un abrazo.
Pues no lo había pensado, pero va a resultar que yo también sufro de misantroía, disfruto más conmigo misma que con la mayoría de las compañías, la soledad me aporta plenitud, y leyéndote he comprendido por qué: resulta muy difícil abordar una conversación que aporte algo a tu vida sin que acabe en disgusto, la mayoría de las veces estamos con otros para ocupar vacíos, y yo tengo la vida bastante llena, aunque de todo un poco, bueno y malo. Ahora bien, de vez en cuando encuentro una buena compañía, y la disfruto; pero para hablar de vaciedades ya tengo yo mis propias lagunas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esta entrada me recuerda la importancia de pedir cita previa. Me dan mucha envidia esas rutas gastronómicas. Un feliz día de Reyes.
ResponderEliminarGuido:
ResponderEliminarComparto tus teorías, sin ninguna duda. Y sí, la gente te falla, aunque entiendo que yo también les fallo a ellos, no obstante, procuro no hacerlo.
Paco:
Qué le vamos a hacer, tío, ahora me ha dado por contar cosas. Tú tienes la culpa, que te has convertido en novelista y todo se pega menos la hermosura.
Mercedes:
Bienvenida al club. Y para este año 2010 que Dios (o lo que quiera que sea) nos prive de conversaciones vacías, sonrisas fingidas y minutos inútiles.
José Miguel:
Yo lo que envidio en estos momentos es el clima de Cádiz, que aquí nos morimos de frío. Eso sí, que la Literatura y la Gastronomía nos acompañen en nuestra vida.
Un abrazo a todos y gracias por visitar este insignificante blog perdido en el mar de la blogosfera.
Una selección literaria impecable. Yo no la habría hecho mejor. :-)
ResponderEliminarCreo que sí, Pedro. La verdad es que tanto Paco como yo estábamos deseando leer al Salem, por lo de los premios y las críticas tan buenas. Y también estábamos deseando hacernos con algo tuyo. Y ver "El documento Saldaña" puesto en primera fila de las estanterías de Estudio en Escarlata fue toda una tentación. Yo como viajo mucho en trenes espero hincarle el diente pronto. El problema lo tenía Paco, que tiene cola para leer, está con su novela y además el lunes empieza a currar, aunque según intuí, cuando termine con "El violinista de Mathausen" seguirá con el tuyo. No sé por qué, pero creo que le has caído bien.
ResponderEliminarUn abrazo.