El círculo alquímico

El círculo alquímico
El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero de 2011.

domingo, 17 de enero de 2010

Qué jodido surrealismo

Esta tarde he estado en la oficina con Paco Gómez, merendando en plan casero y viendo una peli que nos habían recomendado. Se titula “Good”, de Vicente Amorim, protagonizada por el genial Viggo Mortensen. Ni qué decir tiene que nos hemos agenciado un pan payés, medio de ibérico y una de Marqués de Cáceres, que han hecho la velada cinematográfica de lo más agradable. Quién nos la recomendó no se equivocó, es un pedazo de peliculón. Va de un profesor universitario nazi, intelectual y apolítico de los años 30. Tiene un amigo psicoanalista judío que acaba desapareciendo posteriormente en la guerra. Él acaba siendo oficial de las SS. La peli es de las que dan para reflexionar. Obviamente no os cuento el final.

Pero el puntito del día vendría al final. Llegado el momento me he cogido “El violinista de Mauthausen” y me he ido a acompañar a Paco al Metro. Luego he entrado en un bareto en el que no había estado nunca. “Guays –pensé-. Es pequeño, tranquilo y no hay nadie”. La putada es que el camarero tenía el fútbol a toda hostia, pero bueno, pedí un café, me senté y comencé a leer. A los diez minutos se produjo un estruendo acojonante. “Vaya –me dije- se acabó la tranquilidad”. Entraron al bar el abuelo, la abuela y los nietos. Lo primero que hizo la niña es coger el AS, darle la vuelta y mostrarle al abuelo la tía en bolas de la contraportada diciendo a voz en grito “Abuelo, ¿te gusta, eh? Las tetas son de silicona”. No os vayáis a creer, la niña no pasaba de 10 años, qué carrera. Después ha sacado su súpermovil (qué coño hará una cría de 10 años con móvil), lo ha mirado toda chula y lo ha vuelto a guardar. Luego, el abuelo ha empezado a jugar compulsivamente a la máquina. Ha habido un momento que los cuatro estaban gritando, no sé qué coño decían de parar las sandías. Bien, luego el crío, de la misma edad aproximadamente que la niña, se ha puesto histérico. Gritaba el condenado porque no era capaz de montar un muñeco que le había salido en el huevo Kinder, sí, de esos que se montan con los ojos cerrados. La abuela no paraba de gritar, aunque no sé en qué idioma hablaba, no le he cazado ni una, y eran españoles, ¿eh? La vieja llevaba un pedazo de visón que en absoluto correspondía a su clase social, cuatro tallas más grandes por lo menos, de dónde lo habría sacado. Lo flipante es que los viejos iban ya por la tercera cerveza y ninguno de los dos cumplía ya los 80, qué nivel.

Ni qué decir tiene que a estas alturas hacía mucho que había cerrado el violinista. Allí no había quien leyera ni quien se relajara. La verdad es que me quedé observando la movida como curiosidad científica más de la cuenta. Cuando me fui, pedían la cuarta cerveza y me despidió el soniquete de la máquina tragaperras.

Al llegar al despacho, me encendí un cigarrillo, me serví un culín de whisky y me quedé pensando en la anécdota. Qué jodido surrealismo.

6 comentarios:

  1. Es lo que tiene crearse expectativas en lugares públicos, que luego... Menos mal que ya te habías visto una buena peli y tenías tu jamón y tu Marqués de Cáceres en la panza, al menos este placer ya era tuyo. Entre tú y Paco habeis conseguido despertar mi curiosidad y tengo pedido "El violinista de Mauthausen", fui el viernes a la Casa del Libro y estaba agotado, supongo que será por algo; ya os contaré.
    Saludos.

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  2. Estuvo bien la merienda y la peli. Mira que eres golfo, ¿quién te manda meterte a un bar teniendo tu casa? La historia que cuentas tiene su puntito surrealista. El destino decidió ofrecer una representación teatral, sólo para ti, y no tuviste que pagar entrada. Sólo que la cosa no era ficción, era la pura realidad. Es lo que hablamos muchas veces, Carlos, parece como si la gente estuviera pirada. A veces veo gente que es como si se hubieran fumado un porro, porque de otra manera es incomprensible el catálogo de actitudes anómalas que se ven por ahí. Y no son uno ni dos, que son multitud. Y lo tragicómico es que para ellos, gente como tú y como yo somos los raros. Tienen hijos como conejos para que, al final, acaben en un bar a las 11 de la noche con los abuelos que beben y juegan a la máquina mientras los padres a saber dónde estarían. Vaya tela.
    Un abrazo.

    P.D.: Espero que te guste el violinista, Mercedes, cuando lo repongan y puedas hacerte con él. Un beso.

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  3. Yo le habría añadido un poco de aceite de oliva extra vírgen (o vírgen extra, nunca me entero).
    Me gustó la película cuando la vi, hace un tiempito pero, por desgracia, las ficciones se quedan cortas ante las realidades de esos años tan siniestros. Ni te digo si te pones a leer "Nueve maletas", de Béla Zsolt, "La noche", de Elie Wiesel o algunos otros autores como Primo Levi, emanuel Ringelbaum, etc.
    En lo que respecta a Viggo Mortensen, frecuenta la misma parrilla argentina que yo, y ambos somos del mismo equipo de fútbol argentino; San Lorenzo de Almago. Este tipo pasó su infancia en Argentina y por eso habla castellano con acento del río de La Plata, toma mate y viaja cada tanto a ver algún partido.
    QUé decirte de los gritones? Yo no consigo comprender qué les lleva a gritar, dentro de un bar, como si estuvieran vendiendo pescado en el mercado. Por eso cada vez acudo menos a los bares, porque no quiero compartir ni un segundo de mi vida con gente tan ordinaria; hombres vestidos con camisa, pantalón de chándal y zapatos de rejilla, viejas que le pegan duro a la quina Sta. Catalina y no se separan de la máquina tragaperras mientras va mermando el sobre con su jubilación, niños con pelo corto, coletilla y pendiente que atienden al nombre de Justin, Michael u otro similar que indica el nivel cultural de sus progenitores, taxistas con palillo pegado a la comisura de sus labios que toman sol y sombra en cada parada que hacen, etc.

    Menos mal que siempre te queda leerte el violinista y compartir charla, vino y jamón con Paco porque si no....

    Un saludo

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  4. Mercedes, entrar en un bar es una aventura. Cierto es que me creé expectativas, aunque al final, no creas, no salí defraudado. No pude leer, pero sin embargo fue como si viera una película sin pagar entrada, eso sí, con tintes surrealistas in superables.
    Espero que te traigan pronto el violinista y que disfrutes.

    Efectivamente, Paco, tú y yo hemos visto en el barrio a lo largo de nuestra vida gente que iba drogada y cuyo comportamiento era más coherente. Y no creas, la función estuvo bien, te habría gustado verla. Iba a leer y vi teatro en vivo.

    Guido, le dimos un toque de gotillas de aceite de oliva virgen extra, sólo un toque para que la mezcla de sabores fuera la correcta. Odio cuando pides uno en un bar y le ponen tomate, a la catalana, le roba el sabor.
    Ya he escuchado a Viggo varias veces en un español que ya quisieran muchos. Me parece un actorazo. Aunque, no sé, creo que os equivocáis en lo del futbol. Habiendo un equipo como el Real Madrid, ¿por qué ser de otro?
    Y sí, la fauna que puebla los garitos últimamente es para flipar. Por qué gritan y por qué son tan vulgares es toda una incógnita para mí. Sin embargo, aparentemente, se les ve tela de felices. A ver si la felicidad va a consistir en ser vulgar.

    Un abrazo a todos.

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  5. El pasado martes, me acordé de ti y de Paco. Como cada semana, había acudido, con otro amigo porteño, a la parrilla argentina que frecuento desde hace seis años y en un arrebato de originalidad, decidimos cambiar de vino. Pasar del últimamente predilecto Cabernet Sauvignon de Finca Flichman a otro. Así, descartado el retorno al Protos (el que más veces hemos pedido) dudamos con el Marqués de Cáceres (aquí es dónde me acordé de vosotros) pero, como ya lo conocíamos bien, elegimos uno del que no sabíamos nada: un Rioja crianza llamado Monte Real. La elección resulta acertadísima y el vino un premio a nuestro ansia de cambio. Os lo recomiendo vivamente.
    El acompañamiento consistió en empanada criolla de carne, berenjenas con aceite, vinagre, ají molido y orégano, y lomo alto junto con milanesa a la napolitana con patatas fritas (éstas dos últimas especialidades, para compartir). De postre, algo digestivo como es el helado de lión (el hígado siempre lo agradece).
    Un saludo

    PD: En otro sitio, rematamos con dos Bacardi 8 años y un Montecristo.

    Un saludo.

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  6. Buena velada, entonces, Guido. La verdad es que en vinos hay una variedad que te pasas, para empezar y no parar, aunque uno tenga sus preferencias. No he probado el Monte Real, pondré solución a eso. En cuanto al ron, yo soy más de whisky, pero seguro que ese Bacardi 8 años está estupendo.
    Un abrazo.

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